Los arqueólogos le tienen afición a la montaña. Y saben que, tras un incendio tan terrible como el que en mayo de 2015 asoló 1.715 hectáreas de la Vall d´Ebo, Pego, l´Atzúbia y la Vall de Gallinera, el monte es un libro (de historia) abierto. Dos arqueólogos, Salvador Cloquell y José Peiró, se echaron al monte de la Vall d´Ebo y en la ladera del imponente Tossal Gran descubrieron un yacimiento íbero de los siglos IV y III antes de Cristo que antes del fuego estaba oculto bajo los matorrales. Estos investigadores y excursionistas informaron del hallazgo al Museo Arqueológico de Dénia. Su director, Josep A. Gisbert, ha confirmado en su informe que en esta montaña existió un asentamiento íbero que funcionó como atalaya desde la que se controlaba el ancestral camino que pasaba por la Vall d´Ebo y la Vall d´Alcalà y bajaba hasta el mar.

Gisbert explica que se observa un muro de cierre y de contención de fábrica de mampostería en seco, así como muros con zócalo también de mampostería que pertenecieron a viviendas o espacios domésticos.

Asegura que datar el yacimiento no ha sido complicado, ya que han hallado cerámica de barniz negro, áticas y campanienses, que pertenecen a esos siglos IV y III a. de C. También han salido a la luz fragmentos de ánforas greco-latinas vinarias y que proceden del golfo de Nápoles y de Sicilia.

«Se trata, sin duda, „advierte el director del museo de Dénia„ de un asentamiento que, con independencia de la potencialidad de recursos de su entorno (está en un valle muy fértil), funcionaría a modo de atalaya». Gisbert subraya que se levantó en «un lugar estratégico, con claro vínculo con la cultura íbera». Precisa que el asentamiento es de reducidas dimensiones y que, entre sus restos, destacan las cerámicas de aire griego, los fragmentos de ánforas de vino del golfo de Nápoles y las cerámicas comunes de la cultura ibérica.