Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Incendios

Cuando el fuego llama a la puerta

Ninguna urbanización de Xàbia cumple el plan forestal aprobado en 2013 que obliga a separar las casas al menos 30 metros del bosque

Una vecina pasea a su perro por un vial sin acabar y rodeado de pinos carbonizados de la urbanización de Pinosol. a. p. f.

El Plan de Acción Territorial Forestal de la Comunitat Valenciana (Patfor) llegó tarde para la Marina Alta. Cuando el Consell lo aprobó en 2013, las urbanizaciones ya se confundían con el bosque. Los chalés lindaban sin solución de continuidad con espacios protegidos como el parque natural del Montgó, cuando no cabalgaban sobre el límite e incluso ponían un pie al otro lado como en la urbanización de Dénia Marquesa VI.

Cuando el Patfor estableció que entre las viviendas y las masas forestales, en eso que se conoce como la interfaz urbano-forestal, debía existir una zona de discontinuidad de al menos 25 metros y un vial de 5 metros de anchura, miles de chalés ya habían echado raíces en los bosques. Nada los protegía de un eventual fuego. Las llamas podían tocar a la puerta de las casas.

Y también ocurrió que las propias urbanizaciones propiciaron masas arbóreas que con el tiempo se han hecho espesísimas. En Xàbia, muchos vecinos recuerdan que el Tossalet era una loma de bancales de viñedos antes de convertirse en una urbanización de lujo donde, tras regarse durante años, los pinos se han hecho inmensos.

El incendio que el pasado mes de septiembre arrasó 889 hectáreas en Xàbia y Benitatxell y que dejó cuantiosos daños en cientos de chalés (algunos acabaron calcinados) ha sacado a la luz que el Patfor en la Marina Alta no se cumple. Ninguna urbanización de Xàbia, de hecho, se atiene a esa obligación de guardar 30 metros con el bosque. Además, en las que hay pendiente (la Granadella, el Pujol, la Corona, el Montgó o la Cuesta de San Antonio, por ejemplo), la franja de seguridad debería ser de 50 metros.

Otra obligación, la de reducir el estrato arbóreo en las urbanizaciones, también se ha pasado por alto. Y las normas de no acumular leña en las parcelas de los chalés y evitar cerrarlas con «setos vivos» igualmente no se aplican.

El incendio de septiembre ha concitado la atención de una legión de ingenieros forestales. Todos llevaban el Patfor bajo el brazo. Este fuego se ha convertido en el paradigma de lo peligroso que es dejar que el urbanismo se arrime al bosque.

En el Consell d´Urbanisme de Xàbia de hace unos días, el alcalde, José Chulvi, subrayó que urge desarrollar planes de autoprotección y de evacuación en las urbanizaciones. Chulvi aclaró a Levante-EMV que desde que está en el gobierno no se ha aprobado ningún PAI. Incidió en que, cuando el Patfor entró en vigor, Xàbia ya había dejado atrás la vorágine urbanística que parió todas las urbanizaciones que se entremezclan con el bosque. Con todo, el alcalde subrayó que el ayuntamiento, «por responsabilidad», ya se ha puesto manos a la obra en mitigar el riesgo del fuego. Reclama, eso sí, la colaboración de otras administraciones porque la prevención de incendios, dadas las especiales condiciones urbanísticas de Xàbia, cuesta un potosí.

De hecho, el consistorio en restauración paisajística del cabo de Sant Antoni, que quedó arrasado por el incendio del Montgó de septiembre de 2014, y en los trabajos realizados ahora tras el fuego de hace dos meses lleva ya gastado un millón de euros. Y lo que vendrá. La regeneración también protege del fuego. Este diario ya publicó esta semana que en el cabo de Sant Antoni se habían arrancado miles de pequeños pinos que habían brotado para evitar que se generara un bosque muy denso e impenetrable y proclive a sufrir grandes incendios. La montaña no se puede dejar a su suerte. Xàbia quiere que el nuevo bosque recupere los acebuches, carrascas y lentiscos, especies más resistentes a las llamas.

Mientras tanto, los vecinos de urbanizaciones como las de Pinosol, Valsol o Cansalades todavía tienen pesadillas con el fuego. Ahora batallan con los seguros. Un abogado los convocó esta semana para advertirles de que las compañías les escatimarán todo lo que puedan. La mayor parte de los afectados son jubilados extranjeros que ahora se ven viviendo rodeados de cenizas.

Una anciana francesa, por ejemplo, está viviendo de alquiler porque todavía no ha podido volver a su casa, que quedó inhabitable. El postincendio es para los vecinos más duro que el incendio.

Un geógrafo consultado por este diario indicó que urge cambiar la perspectiva de catástrofes como la de este incendio o la de la riada de 2007 y reflexionar sobre que la gran catástrofe fue permitir un urbanismo «sin visión territorial de futuro». Normativas como la del Patfor llegaron cuando el mal estaba hecho.

Compartir el artículo

stats