A los turistas de Calp les va el tren. El tren turístico es la gran atracción. Tiene más tirón que los Moros y Cristianos, la Oktoberfest o los bous al carrer. De hecho, los visitantes reniegan de los toros. La gastronomía y Fira Calp, un certamen de tapeo, sí les colman.

La empresa PG Turística ha realizado para la concejalía de Turismo, que dirige Jan Van Parijs, una radiografía del sector. Sorprende que el 71 % de los visitantes se haya subido al tren. A los españoles que se alojan en hoteles de 4 o más estrellas les chifla desplazarse en el trenecillo y librarse así del engorro de buscar aparcamiento. Mientras, los extranjeros elogian la Fiesta de la Cerveza, que no engancha a valencianos ni a manchegos. Mientras, los Moros y Cristianos, que se celebran en octubre, seducen a los jubilados extranjeros que tienen en el municipio su segunda residencia.

El estudio esboza el retrato robot del turista de Calp. Es español, se queda de media 17 días, gasta cada jornada 57,18 euros y quiere playa; playa a toda costa. De hecho, el 80,4 % de los visitantes confiesa que tumbarse al sol y zambullirse en el mar es lo que le motiva para elegir este destino.

Un dato muy llamativo es que los empresarios valoran, según el estudio, que el parón de la construcción le ha venido bien a Calp para apostar por la actividad turística y para mejorar la calidad de vida de sus vecinos y residentes.

Este municipio tiene un problemón con el desplome demográfico. En el último censo, perdió 2.000 habitantes y se quedó en 19.591. Se aleja de la gran ciudad que quiso ser.

Sin embargo, los turistas llegan en tromba. En 2014, la ocupación media fue del 58 %. El pasado año subió al 69.65 %. El diagnóstico de PG Turística concluye que Calp recibe al año unos 336.000 visitantes. Esa discrepancia entre vecinos censados y visitantes explica que a unos y otros les incordie la falta de aparcamiento y el follón de tráfico (problemas derivados de la masificación).

Calp se está convirtiendo en una localidad de paso. Estar tan volcada al turismo le genera una crisis de identidad. No tiene muy claro si es un pueblo que pierde población o una gran urbe que gana turistas.

Y lo de que el tren turístico sea el gran atractivo de un municipio con fiestas tradicionales, sobresalientes yacimientos arqueológicos, les Salines, el Penyal d´Ifac y Oltà, un bello centro histórico y todo tipo de actividades náuticas, también merece un estudio aparte.