Costas debe correr mucho para tener listo el litoral de la Marina Alta para la campaña turística de Semana Santa y Pascua. Quedan dos meses. Y el trabajo es hercúleo.

Recuperar las dunas y las toneladas de arena que se tragó el mar en Dénia, pese a la dificultad y la inversión que entraña (el ayuntamiento cuantificó los daños en dos millones de euros), se antoja más asequible que reparar las dos playas que, sin duda, salieron peor paradas de la tempestad.

Son la del Moraig, en el Poble Nou de Benitatxell, y la de la Fustera, en Benissa. La destrucción es en ambas salvaje. Las olas arrasaron por completo la explanada del Moraig. El mar escupió pedruscos de gran tamaño. Enormes. Retirar las rocas y rehacer este tramo, que es donde se instala el chiringuito, será complicado. La cala en sí sobrevivió al temporal. Pero para llegar hasta ella hay que atravesar ese campo de meteoritos. La cala, ahora mismo, se ha quedado sin acceso.

Mientras, en la Fustera, no hay ni rastro de arena. El mar se la ha tragado toda. Ha sacado grava y piedras. Aquí la fuerza de las olas fue tan brutal que causó graves desperfectos en el paseo. De la coqueta playa de arena de Benissa (las otras calas son de grava) no queda nada.

Estas dos playas tienen en común que están muy alteradas por la acción del hombre. El paseo de la Fustera o las intervenciones realizadas para retener la arena han cambiado mucho la fisonomía original de este tramo costero. Mientras, el Moraig era hasta 1973 una calita a la que había que bajar por una senda. Ese año se dinamitó el acantilado para crear la carretera de acceso. La explanada que el temporal ha devastado también es artificial. Está protegida por grandes piedras de escollera que, a la vista de los daños que prácticamente todos los años causa aquí el mar, protegen poco.

En cambio, las calas recoletas, aquellas que mantienen su perfil de siempre, han salido indemnes del temporal.