La gamba roja se basta y se sobra para llenar un plato. No necesita de aderezos. Las florituras enmascaran su potente sabor a mar. Ahí radica la dificultad del concurso internacional de cocina creativa de la gamba roja de Dénia, que ayer celebró su sexta edición. Los chef ya le pueden dar vueltas al marisco, cocinarlo con técnicas vanguardistas o añadirle ingredientes exquisitos. Al final, el jurado quiere gamba fetén y cuanto menos manipulada, mejor.

Antonio Villaescusa, el joven cocinero del restaurante Maestral de Alicante, dio ayer en el clavo. Se metió al jurado en el bolsillo y se llevó de calle el concurso de la gamba roja. A sus 35 años (comenzó en los fogones con 21), es el primer gran galardón que conquista. «He apostado por un guiso tradicional», confesó el chef, exultante, tras recoger un galardón que no es moco de pavo. El premio en metálico sube a 2.500 euros a los que se suman otros mil que da al ganador una empresa de suministros hosteleros.

El cocinero alicantino elaboró una receta de gamba roja con bleda (acelgas) y gazpacho marinero tostado. Se inspiró en un plato tan sabroso como la gamba amb bleda. A la verdura, eso sí, le dio una textura crujiente. Interpretó la tradición, pero con los pies en el suelo. En este concurso, lo peor que les puede pasar a los cocineros es que se empachen de vanguardia.

El segundo premio viaja a Jaén. Fue para Antonio Rubio, del Mesón Campero de Linares. Preparó una gamba roja con sabayón de azafrán y aove temprano, sofrito de alcachofas y algas. Mientras, José Primo, del restaurante La Borda d'Costa, del Port de Sagunt, logró el tercer premio con una gamba roja de Dénia y tradiciones.

El concurso, organizado por el ayuntamiento y la Asociación de Empresarios de Hostelería y Turismo, va a más. El Mercat de Dénia se llenó de público. La cocina tiene tirón. Los curiosos querían ver cocinar en vivo a los ocho finalistas.

Es evidente que el Mercat se queda pequeño. Pero no hay otro lugar mejor para proyectar la esencia de una cocina, la de Dénia y la Marina Alta, que es de producto y de proximidad. El secretario autonómico de Turismo, Francesc Colomer, lo expresó perfectamente: «Este mercado es un santuario de la gastronomía mediterránea, un templo del sabor, el color, el ruido, el hedonismo y el placer».