Calp ha construido una Semana Santa a imagen y semejanza del pueblo diverso e integrador que es. Cada una de las cuatro cofradías viene de su padre y de su madre. Las cuatro desfilaron en la noche del viernes juntas en la procesión del Santo Entierro. La hermandad del Poderoso, del Cristo de los Gitanos, es de sentimiento desgarrado. El Nazareno y el Cristo de las Tres Caídas estremecen por su solemnidad. El viernes, el trono del Nazareno, lo llevaron mayoritariamente porteadoras, otro signo de que la fiesta es en Calp integradora. Mientras, la Hermandad del Silencio, que procesiona con la imagen del patrón, el Crist de la Suor, tiene un aire más místico; llama a la reflexión. La procesión del Silencio es un aldabonazo en la conciencia de cada uno.

En el Santo Entierro, se suman a esas cuatro cofradías los jóvenes. Los festeros de 18 años llevan la imagen de la Virgen de los Dolores. Mientras, los festeros que cumplen 38 años portan el Santo Sepulcro.

En esta procesión, participaron más de 800 vecinos. La pujanza de la Semana Santa calpina es un hecho. Los pasos revitalizan un centro histórico que, sin procesiones, vería a los turistas y vecinos escapar a los paseos de la playa.

El Santo Entierro llenó las estrechas calles de público. No se les puede pedir el recogimiento que en otros lugares donde estos actos son de más fastuosos. Que a nadie le extrañe que más de un espectador siga la procesión con una cerveza en la mano. La Semana Santa de Calp no es de dogmatismos.

Pero el caso es que la fiesta se ha ganado un hueco en un calendario atiborrado de celebraciones. Las cuatro cofradías han hecho prender el sentimiento de la Semana Santa. E incluso los jóvenes desfilan con gusto. El viernes por la noche llevaron a la Dolorosa con la seriedad y el aplomo que requiere el Santo Entierro.

Calp, un pueblo diverso, un babel de culturas, hace piña con su Semana Santa.