El Ayuntamiento de Calp ya toma medidas desesperadas para tratar de taponar la sangría demográfica. El municipio ha pasado de rozar los 30.000 habitantes en 2010 (29.909, de los que 18.874 eran extranjeros) a bajar a 19.591 el pasado años (8.150 foráneos). El desplome de población ha sido brutal. Dramático. El consistorio, gobernado por el PP y dos grupos independientes, no da con la tecla para contenerlo. Y ya no pone paños calientes. Ahora ha empapelado el municipio con carteles que advierten de que la situación es de «emergencia local». Quiere así persuadir a los residentes extranjeros de que deben empadronarse. «Calp, el pueblo que has elegido para vivir, te necesita», se puede leer en los anuncios de esa campaña.

Este municipio del litoral de la Marina Alta pierde vecinos a puñados. En el último año, el padrón ha bajado en 1.949 vecinos. Calp es un pueblo menguante. Pero solo en demografía. El urbanismo vuelve a marchar a toda mecha. El territorio vuelve a llenarse de grúas.

La campaña toca donde más duele: el dinero. El ayuntamiento avisa a sus vecinos de que el desplome de población merma los ingresos, sobre todo los que proceden de la participación en los tributos del Estado. En los últimos tres años, el ayuntamiento ha perdido 2,7 millones de euros. Si no se cierra la herida demográfica, asegura el consistorio, en los próximos diez años, Calp se quedará sin 14 millones de ingresos. Y el presupuesto municipal es de 34 millones.

Ahí llega la «emergencia local». El ayuntamiento le dice a sus residentes extranjeros que esa debacle económica pone en peligro el transporte público, la sanidad y la reparación de las calles de las urbanizaciones.

Si esa campaña pelín agresiva no surte ya efecto, Calp va camino de convertirse en un pueblo minúsculo que, sin embargo, cuenta con una población fantasma de miles de extranjeros que prefieren no empadronarse; y, en verano, recibe una avalancha de turistas.