Embutida en el barrio marinero de Xàbia, la iglesia del Loreto es un hito arquitectónico de primera. Hoy se cumple medio siglo de su inauguración. Funciona como un eslabón entre la iglesia de Notre Dame du Ronchamp, de Le Corbusier (1954), y la catedral de Brasilia, de Oscar Niemeyer (1970). El templo de Xàbia es radicalmente moderno. «Demuestra más originalidad que la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Calatrava», proclamó ayer Juan Antonio Rodríguez, director de comités científicos de museos en España.

El párroco Fernando Mañó, el profesor de ética y filosofía José Erades, el citado Rodríguez, y José Iglesias, que fue el primer vecino bautizado en este templo, presentaron los actos conmemorativos de los 50 años de una iglesia diseñada por el estudio de arquitectura valenciano GO-DB, del que formaban parte García Ordóñez, Dexeus Beatty, Bellot Porta y Herrero Cuesta, así como el ingeniero Gómez Perretta.

La iglesia entronca con la arquitectura brutalista (el hormigón crudo) iniciada por Le Corbusier. «Construirla fue complicadísimo, una locura y los arquitectos se ponían continuas zancadillas al generar nuevos problemas», explicó Rodríguez. Pero las soluciones fueron brillantísimas. El techo vuelve del revés la tradicional bóveda. Es cócavo y de madera. Reproduce el casco de un barco. Once artesanos carpinteros renunciaron a construir esa gran cubierta. El que hizo doce, Vicente Aliaga Llorens, de Godella, sí se atrevió a ensamblar las cuadernas de madera de cedro.

«Esta obra fue un laboratorio de ideas experimentales materializadas en hormigón», dijo Rodríguez. Los arquitectos, imbuidos de vanguardia, diseñaron con plena libertad una iglesia con planta de elipse. El edificio se ensancha hacia el cielo. El hormigón funciona como piel y los doce contrafuertes, conocidos como angelots (los feligreses los identifican con los doce apóstoles), configuran el exoesqueleto.

La financiación la logró el entonces ministro de Hacienda con Franco, Mariano Navarro Rubio. La primera boda celebrada en el templo fue la de su hija Mari Carmen, que se casó con el doctor Alfonso Cabeza. Medio siglo después de su construcción, esta iglesia, que es bastante desconocida, reivindica su lugar en la historia de la arquitectura moderna.