Fernando M. García Ordoñez, el arquitecto y su estudio GOBD, proyectaron algo singular y les salió bien: su génesis comenzó cuando eran estudiantes, y diseñaron un espacio para el encuentro con Dios "sin esquinas, suave, casi sin materia, lo más parecido a la interioridad del hombre donde sin duda se le encuentra más facilmente".

Y ¿cómo lo lograron? Con una combinación de luz natural centralizada en el Sagrario, con un Crucifijo en suspensión y sujeto desde el techo y un solo foco de luz que proyecta desde lejos dos sombras a derecha e izquierda: junto a Cristo, las de los dos ladrones. El proyecto no les resultó fácil, pero siguieron adelante.

Su novedad, mejor, su innovación en el estilo arquitectónico, es equiparable a la Catedral metropolitana de Liverpool y a la Catedral de Brasilia. Forma parte de una trilogía religiosa contemporánea en su versión española: en el puerto de Xàbia, un pueblo de pescadores de la provincia de Alicante, la quilla o la panza de una barca, la Barca de Pedro, es el techo; está sostenida por 12 columnas, en referencia a los 12 Apostóles, y por 12 Ángels, como les llaman allí: "constituyen el soporte del muro de cierre inclinado y el soporte de la estructura metálica del techo" En 1969 recibió el Premio Nacional de Arquitectura y fue reconocida por la Real Academia de Bellas Artes San Carlos de Valencia.

Tuve la suerte de conocer a Fernando M. García Ordoñez, y a Juan María Dexeus, (dos de los 4 arquitectos), quienes pasaron algunas temporadas con mi familia, en Xàbia.

Conocí también a D. Juan Celda, un sacerdote con gran conocimiento del arte, especialmente de la pintura. Todo lo que viví con ellos, ha quedado reflejado en la Iglesia : durante el verano o durante el invierno, cuando hace calor o frío, cuando llueve o cuando sale el sol, por la mañana o por la tarde, esta Iglesia, es centro de atención y de interés para todo el que visita Xàbia. Es un reclamo turístico.

"Arrimar el hombro"

Pero para que mejorar su visibilidad, precisa: un centro de interpretación, formar parte de las guías turísticas, una dotación económica que lo haga posible y una serie de mejoras en reparaciones porque el paso del tiempo ha dejado alguna huella, o daño colateral. Una Fundación con proyección de futuro, lo hará posible, pero para que sea una realidad pronto, todos debemos arrimar el hombro. Este verano, en el que se cumplen sus primeros ciencuenta años, es un buen momento.