La dinámica del mercado le planta cara al fuego. Las urbanizaciones que hace un año sufrieron los estragos del incendio que calcinó 812 hectáreas en Xàbia (devastó la montaña pública de la Granadella) han recuperado el pulso de la construcción. Y lo han hecho al mismo tiempo que el ayuntamiento se afanaba en retirar miles y miles de árboles carbonizados. En estas urbanizaciones, abundan los carteles de se vende. Hay una veintena de parcelas y viviendas a la venta. Además, al igual que en otros puntos del término municipal de Xàbia, se ha reactivado con fuerza la construcción. Incluso en lo alto del Camí Vell de la Granadella, en unas parcelas que lindan con la montaña protegida, se están edificando nuevos chalés de lujo. Los promotores, es evidente, no han salido corriendo.

Las fuentes consultadas descartaron que, tras el fuego, haya prendido en la zona la especulación. Precisaron que estas urbanizaciones (15 se desalojaron hace un año) no escapan a la tendencia que vive Xàbia de repunte del negocio inmobiliario. Además, recalcaron que tras el incendio, que se declaró el 4 de septiembre del pasado año y obligó a 1.400 vecinos a abandonar a toda prisa sus casas, no se han concedido aquí nuevas licencias. Las obras que se han iniciado ya tenían permiso antes del incendio. Sorprendió que al mes ya se empezaran a construir algunos chalés. Los promotores no cambiaron sus planes tras el desastre que reveló que el urbanismo disperso y arrimado al bosque (cuando no metido en la espesura) era pasto fácil de las llamas.

La rapidez con la que ha actuado el ayuntamiento también ha generado confianza entre los inversores. El consistorio está trabajando en un plan de protección de las urbanizaciones. Con todo, algunas de las más afectadas por el incendio de la Granadella arrastran deficiencias graves en cuanto a infraestructuras de urbanización. En la zona de Pinosol, donde llegaron a arder casas, no hay aceras ni alumbrado y algunos calles están sin asfaltar. Tampoco hay hidrantes.

En estas urbanizaciones, todavía es muy evidente el destrozo que dejó el fuego. Los propietarios de chalés se apresuraron en reparar sus casas (los setos y techados ardieron como pajuelas). El ayuntamiento también se puso en seguida manos a la obra. Pero el desastre fue tan tremendo que, un año después, las zonas habitadas aún respiran ceniza. Mientras, la montaña reverdece poco a poco. Se han talado miles de árboles carbonizados, pero la huella de la catástrofe permanece.