Andrés Contreras ha vuelto a casa. El 7 de mayo salió en bicicleta con su padre y otros cuatro compañeros. Un coche conducido por una joven bebida y drogada le arrolló a él y a otros cinco compañeros en la N-332 en Oliva. Fallecieron su padre, Luis Alberto, y Edu Monfort y José Albi, ambos de 28 años. Andrés y Scott Gordon resultaron gravemente heridos. Estuvieron al borde de la muerte. Cuatro meses después y tras pedir en el hospital de Aigües Vives que le dieran el alta, este joven deportista de 26 años ha regresado a Xàbia.

De camino, volvió a pasar por el lugar del terrible accidente. «Mi madre sí ha llorado. Yo he querido ser fuerte y mirar hacia adelante», explicó a Levante-EMV. Andrés todavía camina con muletas. Ahora proseguirá la rehabilitación con el equipo de Jero Benavent, especializado en fisioterapia y recuperación de deportistas profesionales. «Notaba que en Aigües Vives me había estancado. Todos se han portado fenomenal conmigo. Pero necesitaba volver a casa».

Este joven, entusiasta del ciclismo y el triatlón, es de marcarse retos. En el accidente, sufrió numerosísimas fracturas (tiene placas de metal en medio cuerpo) y una perforación de pulmón, pero ya quiere montar en bici. «Lo estoy deseando. No tengo miedo, pero creo que, cuando empiece a pedalear, igual me da por llorar por mi padre y mis compañeros».

Andrés sí ha hecho ya bicicleta estática en Aigües Vives. Su recuperación es asombrosa. Asegura que siempre trataba de hacer más de lo que los médicos y fisioterapeutas le decían. «Me planteo la rehabilitación como un entrenamiento. Quiero participar en diciembre en la Carrera del Pavo del club ciclista». Su padre era un habitual de esta prueba.

«Ser joven y estar en buena forma me ha ayudado. Soy fuerte». También destaca que ha notado un «apoyo extraordinario» de los vecinos de Xàbia y de la Marina Alta. «Ha sido increíble. Me he sentido muy arropado por los clubes ciclistas de esta comarca y de la Safor. Y triatletas y ciclistas a los que no conocía de nada también me han animado mucho. El director general de Tráfico me dijo que pedalearía a mi lado cuando saliera por primera vez; no tengo su contacto, pero haré para que cumpla su compromiso».

El joven dice que quizás mientras ha estado hospitalizado ha vivido «en una burbuja». Ayer, al llegar a Xàbia, fue directo al «baret» de los «bous a la mar». Allí se reencontró con un montón de amigos. «Sé que voy a echar en falta mucho a mi padre. Siempre estaba pendiente de mí. Él me preparaba la bici».

Mientras conversa con este diario en una plaza de Xàbia, llega Jaime Escortell, ciclista que también iba en el grupo y que fue el único que salió ileso. Conversan del otro ciclista que sobrevivió y que sufrió graves heridas, Scott Gordon, quien sigue hospitalizado y debe pasar de nuevo por el quirófano para que le operen el fémur.

Andrés no recuerda nada del accidente. «He conversado con el chico de la Cruz Roja que primero me atendió. Me ha dicho que estaba destrozado y que hablaba. Se quedó conmigo. Llegó el helicóptero, pero no me pudieron evacuar, porque tenía el pulmón perforado y era peligroso volar. Me lo ha contado. A mí no me viene ninguna imagen».

El deportista acude con una camiseta de «Where is the limit?». Se ha comprado una nueva bicicleta y quiere estrenarla cuanto antes. Su padre fue ciclista profesional en Venezuela y su madre, árbitro en carreras ciclistas. «Es mi mundo. Lo llevo en la sangre», afirma.