A la hora de cobrar, Xàbia ya no se casa con nadie. Los miradores turísticos se han convertido en los últimos años en paraísos nupciales. Y ahora ya no son también paraísos fiscales (a efectos de bodas, claro). El ayuntamiento ha empezado desde el pasado verano a cobrar la tasa de 200 euros a los contrayentes que se dan el «sí, quiero» en las playas y en los miradores turísticos. Antes la aplicaba cuando los novios elegían los edificios municipales donde el alcalde y los concejales oficiaban los enlaces civiles, que son el ayuntamiento, la capilla de Santa Anna, el riurau d´Arnauda y, en alguna ocasión, el casa palacio de Antoni Banyuls, es decir, el museo Soler Blasco.

Pero está de moda casarse bajo la bóveda celeste y, sobre todo, en los miradores que se asoman al litoral de acantilados de Xàbia. Este tipo de bodas ganan por goleada a las religiosas del templo gótico de Sant Bertomeu, la iglesia del Puerto o la ermita del Calvario. En los miradores y playas de Xàbia, se celebran cada año (el «boom» comenzó en 2015) más de 150 casamientos. Y van a más.

En el último pleno, el concejal no adscrito Juan Ortolá preguntó al edil de Hacienda, Antonio Miragall, por qué se había empezado a pedir los 200 euros en las bodas al aire libre. Había oficiado recientemente algún enlace y le sorprendió que los novios apoquinaran.

Miragall y también el alcalde, José Chulvi, recalcaron que los concejales no se quedan ni un euro de ese dinero. Explicaron que, simplemente, se ha empezado a cobrar una tasa que ya existía. Aunque son civiles y al raso, en estas ceremonias se despliega una pompa importante. Y se ocupa espacio público. En miradores como el del Cap Negre, se colocan decenas de butacas para los invitados. Hay ya empresas especializadas en montar una boda con toda la parafernalia incluso en lugares que, a priori, no están muy preparados para estos saraos. En los miradores, no hay mucho aparcamiento y el terreno es más bien pedregoso.

Pero el escenario natural es impagable. Estas bodas están tan de moda que está surgiendo en Xàbia todo un negocio de turismo nupcial. Hay parejas de Madrid, Valencia o el País Vasco (incluso de otros países de Europa) que deciden jurarse amor eterno en un mirador. Los acantilados y el Mediterráneo son el nuevo templo del «sí, quiero».