Emigró a Francia para huir del hambre y la miseria y allí aprendió a pintar. «Me fui sola y a la aventura. Pensaba que algo encontraría. Y en París encontré a un cura, le dije que buscaba trabajo y me empleó en una casa». Rosa Cortell tiene ahora 91 años. En el año 2000 regresó a Xàbia, su pueblo (nació, sin embargo, en Corbera, donde su padre, Guardia Civil, estaba entonces destinado). Ahora ha decidido donar veinte cuadros a Cáritas, que los venderá con fines solidarios. Se expondrán a partir de este sábado en la sala A. Lambert. También ha entregado cuatro paisajes (uno de la partida rural de les Senioles de Xàbia) al ayuntamiento.

Rosa emigró a París ligera de equipaje (y tanto: eran los años 50 y escapaba de la pobreza). Ahora también se libera de su equipaje artístico, de sus obras. Quiere que sus paisajes, pintados con una profundidad que sus maestros siempre admiraron, se transformen en solidaridad.

Su historia tiene mucho en común con la de otras mujeres de la Marina Alta que, en la terrible posguerra, se armaron de valor y se marcharon a trabajar a Francia. Ella recordó ayer que su primer maestro de pintura le dijo que no sabía coger el pincel y le agarró la mano y arrimó su mejilla a la suya. Rosa le dio una bofetada y ya no volvió más a esa clase. Luego conoció a su marido, un sevillano que también había emigrado. Se trasladaron a Aviñón, donde Rosa retomó las clases de Bellas Artes. Sus profesores detectaron su inclinación hacia el paisaje. En sus lienzos, aparecen horizontes de la Provenza y los Alpes, y viñedos y riuraus de Xàbia.

A sus 91 años, Rosa confiesa que todavía coge los pinceles y da rienda suelta a su pasión por la pintura.