Dénia empieza la casa por el tejado. La Unesco le concedió el 11 de septiembre de 2015 el título de ciudad creativa de la gastronomía. Hay 26 en todo el planeta. Pero la nueva ciudad estaba (y está) por hacer. Su alcalde, Vicent Grimalt, del PSPV, admitió ayer que la ciudad creativa era «un caramelo envenenado» y también «el cuento de la lechera». Grimalt explicó en València, en el Forum Europa Tribuna Mediterránea, cómo empieza a tomar forma la nueva economía agroalimentaria de Dénia, la que aguantará el tejado de la ciudad creativa. Las claves son recuperar la agricultura (el nuevo plan urbanístico preserva todo el suelo agrícola) y el paisaje, comercializar los productos locales y defender la gastronomía singular, de proximidad y enraizada en la tradición y el territorio (la comarca de la Marina Alta). Casi nada.

Dénia tiene aliados. El secretario autonómico de Turismo, Francesc Colomer, anunció ayer que la ciudad acogerá un centro internacional de gastronomía. Grimalt defendió que su comarca debe convertirse en un «laboratorio de creatividad y modernidad para las empresas y la actividad gastronómica».

El munícipe dejó claro que no habla en abstracto. Ya están en marcha el proyecto del «bancalet», que promueve que los productos agrícolas de proximidad entren en las cocinas de los restaurantes; el de «Xarxa mar», que se basa en la pesca sostenible (los caladeros de gamba roja hay que cuidarlos) y en descubrir el valor culinario de especies poco conocidas como las galeras, la tòtena o los passamars, y el de recuperación del arroz bombón de la Marjal de Pego, una variedad desaparecida hace 50 años.

Además, la hostelería ha tirado del carro en la Marina Alta en lo más crudo de la crisis. Este sector, subrayó Grimalt, representa el 91 % de la actividad turística. En Dénia, hay más de 500 bares y restaurantes que crean 2.500 empleos directos.

Pero el alcalde también recalcó que la comarca se enfrenta a la estacionalidad y que Dénia es la ciudad de menos de 50.000 habitantes que más presión poblacional soporta en verano (multiplica por 5 su población). Apeló a no caer en errores del pasado con el urbanismo. Y recordó que hay barrios enteros que durante diez meses del año están «muertos».

«La agricultura ha sufrido efectos devastadores», dijo el alcalde, que no ocultó que recuperar la economía agroalimentaria es un reto mayúsculo. Los labradores tienen una media de edad de 55 años y no hay relevo generacional. Grimalt se preguntó por qué no se ha creado una industria conservera cuando en Dénia hay un producto que en lata triunfaría: el polp sec. Y también aludió a que las almazaras del interior de la comarca no producen suficiente aceite para abastecer a los restaurantes. Y tres cuartos de lo mismo pasa con el arroz de la Marjal. La producción de vino sí resucita. Poco a poco. El alcalde apeló a poner en valor el yacimiento íbero de Benimaquia. Fue la cuna en Europa del vino.

Afirmó que una de las claves de la transformación del modelo productivo es «afilar la creatividad». Otra pasa por la colaboración pública y privada. Y otro pilar es la formación. Grimalt anunció que el próximo año la Universitat d´Alacant ya impartirá en Dénia el grado y el posgrado de Ciencias Gastronómicas. Bajo el tejado, ya empieza a haber cimientos.