«No tinc carrera, però tinc plaça». Fermín Espinosa Buigues, que falleció ayer a los 77 años de edad, era uno de esos vecinos que forman parte del paisaje sentimental de un pueblo. Durante años regentó con sus hermanas en la Plaça de l´Església de Xàbia una tiendecita única, conocida como la Calavera. Los niños acudían a comprar chucherías y baratijas. Y Fermín siempre tenía una frase ingeniosa a mano. Era el alma de la plaza. La Calavera cerró hace ya demasiados años. Y la plaza se quedó huérfana de golosinas. Fermín mantuvo su chispeante humor. Cuando alguien se sentaba en uno de los cañones de la iglesia y se levantaba corriendo, pues el bronce quemaba por el sol, este vecino le espetaba: «Cuidado, que lo acabo de disparar».

Pero Fermín Calavera fue más que un personaje entrañable del casco antiguo de Xàbia. Hijo de Ramón Espinosa Ródenas, quien llegó a Xàbia desde Hellín para convertirse en el primer xambiter o chambitero (el oficio de recorrer las calles con un carrito de helados) del pueblo, Fermín fue un destacado artista fallero. Se formó en el taller de Vicente Luna en València. El arte de las Fallas le iba como anillo al dedo. Podía desarrollar su genio de artista que levanta monumentos efímeros y un punto surrealistas y al tiempo daba rienda suelta a rimas agudísimas. En 1970, levantó los dos monumentos de las Fogueres de Xàbia. Armaba fallas con estructura de madera. En 1976, se le concedió el carné del gremio artesano de artistas falleros. Creó monumentos celebradísimos en Pego, donde año tras año triunfaba.

Xàbia, su pueblo, le dará hoy, a las 17.30 horas, el último adiós en la iglesia de la que los niños salían corriendo para llenarse los bolsillos con las chucherías de la Calavera.