La fiesta de «l’escaldà» y el folklore están muy bien. También ayuda que unas pocas y entusiastas familias sigan cuidando sus viñas de moscatel y elaboren pasa. Pero el futuro del gran producto agrícola de la Marina Alta va por otro camino, por comercializarlo y reconquistar mercados, incluso por promocionarlo como producto «gourmet». La pasa de la comarca, con su sabor especial y ese punto crujiente que le da el «pinyol», es, desde luego, exquisita y única.

Ovidi Mas, de Llíber, es el único productor de la Marina Alta que cuenta con registro sanitario. «Nuestra pasa está sujeta a inspecciones sanitarias y totalmente controlada desde el punto de vista de la seguridad alimentaria», recalca.

Pertenece a una familia con una larguísima tradición «pansera». «Mi bisabuelo, mi abuelo y mi padre ya hacían pasa. Y seguimos manteniendo el mismo proceso artesanal. Escaldamos la uva y la secamos al sol sobre los cañizos. Esta imagen que ves, este paisaje agrícola es el mismo ahora que hace 200 años».

Y sí, el paisaje es sublime. La uva, tras «l’escaldà», se termina de secar al sol extendida sobre cañizos dispuestos en la era. El tapiz de cañizos se asoma al valle de verdes viñedos de Llíber (la Vall de Pop). Al fondo, se recorta la Serra de Bèrnia.

«De momento, no hemos organizado visitas ni hemos apostado por el turismo cultural y natural. Pero es una opción. Este paisaje es único», reflexiona Ovidi.

Este productor afirma que este año la vendimia ha sido un poco más floja que en 2019 y que, claro, si hay menos uva, también hacen menos pasa. «Pero no ha sido un mal año».

Esta pasa se puede comprar en la cooperativa de Xaló y en diversas tiendas. Ovidi afirma que entre sus clientes cuenta cada vez con más restaurantes. «Pero ampliar la producción es complicado. Disponemos de 15 días para escaldar y hacer la pasa. Tenemos nuestros clientes fijos. Hacer más pasa por qué sí no compensa. Lo que puede pasar es que se te eche a perder».

Este agricultor aboga por que se cree un «sello artesanal» para la pasa de la Marina. La marca podría también incluir la palabra «Dénia», que en el imaginario colectivo todavía está muy presente la efervescencia del puerto dianense en el siglo XIX y principios del XX, cuando zarpaban los veleros y vapores que llevaban la pasa a medio mundo y volvían cargados de influencias y modernidad. Era un enriquecedor viaje de ida y vuelta.

«Ese sello permitiría que este producto tan nuestro se valorara más», afirma Ovidi Mas, que asegura que quien ha probado su pasa, que condensa en cada grano una tradición centenaria y ese paisaje único de los cañizos y las viñas ahora intensamente verdes, ya solo quiere este producto. «Quien conoce esta pasa la busca. Es muy distinta en sabor y calidad a la de Turquía y Grecia que se vende en los supermercados».