Es una carrera diabólica, sin pausas. Tanto, que hablar de reestructuración del sistema financiero español es hacerlo prácticamente ya solo de bancos. Las cajas, otrora la mitad del sector, ya casi no tienen voz ni voto. Los cambios han sido formidables en estos dos últimos años y en las próximas semanas se avecinan nuevos movimientos que prometen variar sustancialmente el panorama. En este período, nada ha sido lo que parecía al principio. Parecía, por ejemplo, que Galicia había resuelto la concentración mucho mejor que Valencia —se unieron sus cajas, mientras Bancaja y la CAM caían en manos foráneas— y ahora resulta que están a la par. A la espera de ver cómo se resuelve la segunda ola de fusiones, sin embargo, da la impresión de que, territorialmente, las grandes vencedoras han sido Madrid, Cataluña y, a cierta distancia, el País Vasco. Lo más curioso es que esas tres autonomías eran también las que concentraban el poder financiero del país a mediados de los años ochenta del pasado siglo, cuando se inició el otro gran proceso de concentración.

Echando la vista atrás, hasta aquel 1988 en que la unión de los bancos de Bilbao y Vizcaya puso en marcha el proceso de cambios, observamos que aquella época de los siete grandes de la banca, los que se reunían mensualmente en la sede del Banco Central para intercambiar opiniones y hacer pública su condición de lobby, era cosa de dos autonomías: la vasca, con los dos citados bancos, y la madrileña, donde tenían su sede Banesto, Central, Hispanoamericano, Popular y, pese a sus ramificaciones cántabras, el Santander. A ellos hay que sumar el Banco Exterior, el octavo grande. Barcelona estaba a una relativa distancia, pero acogía a cajas de ahorros poderosas, como la Caixa de Catalunya, la Caixa de Pensions y la Caixa de Barcelona, y al Banco de Sabadell. Cataluña empezaba a fraguar su futuro gran peso en el sector. Y eso que venía de algunos sonados fracasos, como el de Banca Catalana, que finalmente cayó en manos del Vizcaya.

El vicepresidente económico del Gobierno de Adolfo Suárez, Enrique Fuentes Quintana, promovió en 1977 una nueva legislación financiera que liberó a las cajas de los corsés impuestos por la dictadura franquista y les permitió competir de igual a igual con los bancos. Fue el punto de partida del proceso de expansión de estas entidades. También del fin de su atomización. Y del inicio de la constitución de sistemas financieros propios en autonomías hasta entonces secundarias. Comunitat Valenciana, Galicia o Andalucía fueron el paradigma.

Concentración

La incorporación de España a la Comunidad Económica Europea en 1986 y la perspectiva de la supresión de barreras a la competencia trastocó el plácido panorama financiero del país y despertó en los banqueros la necesidad de ganar tamaño. Bilbao y Vizcaya dieron el primer paso desde el País Vasco. En 1990, nace La Caixa (al unirse la Caixa de Pensions y Caixa de Barcelona). Un año más tarde, el Gobierno crea Argentaria al sumar los bancos públicos: Exterior, Caja Postal, Banco Hipotecario y Banco de Crédito Agrícola; y el Central y el Hispano se fusionan. 1991 es también el año en que surge Bancaja con la unión entre las cajas de ahorros de Valencia y Castelló. En 1994, tras la intervención un año antes por el Banco de España, el Santander se adjudica Banesto.

El último gran hito bancario hasta la crisis se produjo en 1999, cuando Europa empezaba a preparar la llegada del euro. Santander junto al Central Hispano, por un lado, y BBV y Argentaria, por el otro, crean los dos grandes gigantes del sector: Santander y BBVA. Los ocho grandes de los ochenta han quedado reducidos a tres, dado que el Popular se ha mantenido al margen de este proceso.

Esta concentración y la progresiva expansión de las cajas provocó que en 2007, justo cuando se inicia la recesión, el escalafón financiero del país estuviera integrado en sus primeras posiciones por bancos como Santander, BBVA, Popular y Sabadell, y por cajas como La Caixa, Caja Madrid, Bancaja o la CAM. En el ranking de cajas, se sumaban Caixa Galicia, Unicaja, Ibercaja o Caixa Cataluña. Con la progresiva diversificación de su negocio hacia el exterior de los dos grandes, las cajas se lanzaron al asalto del mercado nacional. Los gobiernos autonómicos mostraban orgullosos el poderío de sus entidades. Y hacían uso de él.

Son de todos conocidos los excesos de aquellos años de vino y rosas: La burbuja inmobiliaria. La crisis y la reordenación del sector han cambiado el panorama y algunas autonomías, como la valenciana, lo han pagado caro. Como recuerda Jordi Palafox, catedrático de Historia e Instituciones Económicas en la Universitat de València, la pérdida de Bancaja y la CAM es la segunda catástrofe financiera de la autonomía, que dilapidó a mediados del siglo XIX su potente sector financiero por culpa de la burbuja ferroviaria. «Se pensaba que este nuevo medio de transporte iba a ser la panacea e invirtieron en él sin tasa. Luego resultó que no fue el éxito esperado y se hundieron. Lo que pasa es que entonces nadie se quedó con nuestras entidades, como ha sucedido ahora», apunta.

En efecto, la crisis actual se ha llevado por delante a las entidades financieras valencianas —Bancaja diluida en Bankia, la CAM adjudicada al Sabadell, el Banco de Valencia intervenido y Ruralcaja en manos de la andaluza Cajamar—, pero también a las de otras autonomías que creían tener peso específico, como Galicia, Castilla y León, Baleares, Canarias o, en parte, Andalucía. Madrid es la gran beneficiada, porque, además de Santander, BBVA, Popular o Bankia, también acoge la sede de nuevos bancos surgidos de la fusión de varias cajas, como Banca Cívica (Navarra, Cajasol, Burgos, Canarias) o Banco Mare Nostrum (Murcia, Granada, Penedés y Sa Nostra). Cataluña se apresta a perder dos conglomerados de cajas —Unnim y, sobre todo, CatalunyaCaixa, ambas nacionalizadas—, pero mantiene la fortaleza de La Caixa y el Sabadell ha ganado considerablemente en tamaño tras serle adjudicada la CAM. Por último, el Pais Vasco mantiene la vinculación tradicional del BBVA con su territorio de origen y ha logrado fusionar a sus tres cajas —la BBK ya se quedó la cordobesa Cajasur—, que tienen solvencia suficiente para seguir sumando en la segunda oleada del proceso. En la nueva fase habrá que estar atentos a la malagueña Unicaja, que ya ha absorbido a Caja Jaén, Caja España y Caja Duero y que podría buscar nuevos socios. Según cuál sea su evolución, Andalucía podría mantener un cierto peso en el sistema financiero.

Nueva oleada

Pero es que este panorama puede sufrir importantes cambios en las próximas semanas cuando se haga efectiva la decisión del Gobierno de obligar al sector a hacer unas provisiones por 50.000 millones para sanear sus balances de su exposición a activos inmobiliarios tóxicos. Esta decisión va a obligar a algunas entidades a buscar el amparo de otras más solventes. La pieza clave parece que será Bankia. Se barajan dos hipótesis, que la absorba el BBVA, lo que indirectamente reforzaría al País Vasco, o Caixabank, lo que iría en perjuicio de Madrid y situaría como gran triunfadora a Cataluña. Hay más piezas de menor tamaño que debilitarán a diversas autonomías, como el Banco de Valencia o las citadas Banca Cívica y Banco Mare Nostrum, pero en principio son movimientos de menor calado.

¿Por qué el triunfo madrileño, catalán y vasco? Además del beneficio que comporta ser la capital en el primer caso, el catedrático de Análisis Económico de la Universitat de València, Joaquín Maudos, afirma que las causas hay que buscarlas en que «en unos sitios se ha sabido gestionar mejor que en otros. Fueron más prudentes». Al respecto, precisa que las cajas vascas «se apartaron de la gestión del ladrillo y no se expandieron fuera de sus fronteras naturales tanto como otras». Maudos considera que no hay que achacar el problema a la politización, dado que las vascas «tienen una gran presencia del sector público, pero sus gestores han sido muy profesionales».

Jordi Palafox, por su parte, insiste también en la llamada gestión prudente, pero añade que las tres autonomías «son territorios con empresas grandes, multinacionales, acostumbradas a la toma de decisiones en equipo, liderados por empresarios prudentes y realistas, mientras que en la Comunitat Valenciana tenemos pymes donde el empresario es el amo y el que lo ordena todo».

Banco Mare Nostrum se interesa por el Banco de Valencia

Que el Banco de España tiene ante sí un arduo trabajo, nadie lo duda, en función de las entidades intervenidas y nacionalizadas que debe colocar en el mercado. La fusión de tres cajas catalanas —Sabadell, Terrassa y Manlleu— en Unnim es la próxima en la casilla de salida, tras la adjudicación de la CAM al Banco Sabadell. Justo a continuación le toca el turno al Banco de Valencia, intervenido por el supervisor el 21 de noviembre de 2011. Aún se desconocen las cuentas reales de la entidad controlada por Bancaja correspondientes al año pasado. Solo sabemos que en el primer semestre las pérdidas ascendían a 547 millones, una cifra abismal que no augura nada bueno. La entidad se ha comprometido a publicar los resultados antes del 10 de febrero. Es de suponer que no antes se ponga en marcha el proceso para su subasta. Visto que a la CAM solo concurrió finalmente el Sabadell, las incógnitas sobre si habrá alguien realmente interesado en la puja entre quienes se presenten en un principio es razonable. Especialmente si tenemos en cuenta que el Fondo de Garantía de Depósitos se ha quedado casi seco tras la CAM, que el Gobierno no quiere que el proceso tenga costes para el ciudadano y que las entidades van a estar inmersas en la segunda ola de fusiones. Puede pasar de todo, incluso que la subasta quede desierta.

Colocado el Sabadell en la CAM, este banco, una candidato ideal, queda descartado. Ibercaja, Kutxabank y el Popular pueden ser opciones, en función de lo que suceda con Unnim. Hasta ahora, el único que se ha mostrado públicamente interesado en el Banco de Valencia es el Banco Mare Nostrum (BMN), fruto de la fusión entre las cajas de Murcia, Granada, Penedés y la balear Sa Nostra. Pretenden utilizar al valenciano como instrumento para cotizar en Bolsa. Sin embargo, hay dos factores en su contra y los dos son de relieve. Los expertos dudan de que el BMN tenga tamaño suficiente para digerir el Banco de Valencia y temen que adjudicárselo sea su ruina. Por otro lado, existen muchas duplicidades: la entidad absorbió en su día al Banco de Murcia, propiedad de Bancaja, y está muy presente en esa autonomía, como Caja Murcia lo está en la valenciana.