La imputación judicial del ex presidente de Bankia, Rodrigo Rato, junto a otros 32 ex consejeros de la entidad y de su matriz, el Banco Financiero y de Ahorro (BFA), ha causado consternación en las bases del PP, pero también en sectores dirigentes y cuadros del partido. En algunos reductos de la organización y ámbitos de la derecha política española crece la percepción de que el Gobierno ha dejado caer al ex ministro de Economía e incluso que precipitó su derrumbe.

Que la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, desvinculara al partido y a su presidente, Mariano Rajoy, de la designación de Rato como máximo dirigente de Caja Madrid (antesala de su posterior elección como presidente de Bankia) ha alimentado esa sospecha, a pesar de que desde el partido, su secretaria general,María Dolores de Cospedal, dijera que están prestándole todo su apoyo tanto a él como a Ángel Acebes. Rato llegó a la presidencia de Caja Madrid el 28 de enero de 2010 una vez que Rajoy, tras casi un año de luchas intestinas entre distintas corrientes del PP por el control de la entidad, vetó a Ignacio González, vicepresidente de la Comunidad de Madrid y candidato de Esperanza Aguirre, e impuso el nombre de Rato.

Pero el desplome de la figura de Rato no dejará indemne al partido. Esto es lo que ha generado más estupefacción en las filas del PP y en la sede nacional de Génova con la actitud del Gobierno.

Rato es un icono del PP y un símbolo de sus políticas. En muy amplios sectores del PP era un valor intocable y una referencia, y al menos para algunos círculos se trataba de un nombre en la reserva por lo que pudiera precisarse, por más que Rato hace tiempo que desistió de cualquier ambición política. Esto es lo que ha dicho a sus íntimos desde que volvió a España en 2007 tras su paso por el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Aunque logre salir exonerado del proceso judicial que ahora arranca, su figura ya no será lo que fue. La crisis de Bankia y de sus siete cajas de ahorros (un grupo en el que el PP era la gran fuerza hegemónica desde hace décadas) es un daño para la formación pero también para Rato, que fue el máximo responsable de la salida a Bolsa y de la colocación de acciones a 360.000 pequeños ahorradores. Esto es lo que ahora investiga la Audiencia Nacional.

El quebranto de Bankia, arrastrado por la «burbuja inmobiliaria», también cuestiona el patrón de crecimiento que dio lugar a lo que se llamó el «milagro español». FMI y «The New York Times» fueron además muy críticos con la gestión de Rato en el Fondo Monetario y esto también lo debilita.

Las reformas financieras del Gobierno del PP en febrero y en mayo fueron la puntilla para una entidad que nació lastrada por el exceso de ladrillo y de suelo. Con estas exigencias, Bankia ya no podía seguir sola. El BCE y la UE presionaron al Gobierno para que desactivara la bomba de relojería que entrañaba el cuarto grupo bancario nacional.

La visita a Barcelona del presidente del BCE,Mario Draghi, el 3 de mayo fue conminatoria: «Si tienes un problema con el sistema financiero, hay que afrontarlo», dijo el presidente del eurobanco. Fue un emplazamiento concluyente. Casi un ultimátum.

El domingo 6 de mayo, el ministro De Guindos llamó a Rato por teléfono y le planteó la situación. Europa exigía un bancario experimentado al frente de Bankia, habría nacionalización y el elegido para dirigir el banco,José Ignacio Goirigolzarri, no estaba a dispuesto a aceptar el reto si no asumía todo el poder. Rato se dio por enterado: lo que le pedía De Guindos era la renuncia. Ese domingo Rato ya le anticipó a su antiguo subordinado que no se aferraría a la presidencia de Bankia y que él no sería un obstáculo. Rato dimitió el lunes 7. Y De Guindos sostuvo que fue entonces cuando se enteró. En realidad lo sabía desde el domingo.

El sábado, un día antes de llamar a Rato, De Guindos había convocado a los presidentes de los tres grandes bancos (Santander, BBVA y Caixabank) para informarles de la operación en marcha.Quería su anuencia antes de plantear a Rato la disyuntiva que sólo podía llevar a su renuncia: porque se iban a dar ayudas sin límite a Bankia y porque el nombramiento de Goirigolzarri precisaba la autorización del BBVA, su anterior banco y con el que aún tenía compromisos contractuales.

Rodrigo Rato se quejó en privado en las semanas posteriores y ante personas de su confianza de que desde su marcha «nadie le había vuelto a llamar». Era una referencia al Gobierno pero quizá también al partido. Personas que departieron con el ex presidente de Bankia en este tiempo vieron a Rato«entero, pero afectado».

La opinión pública, voluble por definición, ya ha destronado a Rodrigo Rato del pedestal en que lo había mantenido hasta ahora. El último barómetro del Real Instituto Elcano detectó que los españoles lo sitúan como la figura pública peor valorada del país.

El PP se resiste a que se cree una comisión de investigación parlamentaria sobre el «caso Bankia» y sólo ha accedido a las comparecencias del exresponsable de Bankia y de 23 cargos y ex altos cargos, convocadas a través de la subcomisión del FROB, que trabaja a puerta cerrada, para que se sustancien en la Comisión de Economía del Congreso . Una medida adoptada después de que el propio Rato solicitara su comparecencia urgente para dar su versión de los hechos.

Pero no hay que olvidar que Rodrigo Rato siempre ha sabido hacer llegar sus disidencias a la opinión pública. Lo hizo con la Guerra de Irak, cuando expresó su rechazo a la participación española con un artículo de prensa firmado por su colaborador de máxima confianza, el ovetense José Manuel Fernández Norniella (hoy imputado en el «caso Bankia», al igual que el también asturiano Estanislao Rodríguez-Ponga), y que se interpretó correctamente como el rechazo personal de Rato a aquella decisión. El ex ministro de Defensa Federico Trillo confirmó en sus memorias que Rato se opuso a la guerra en el Consejo de Ministros y en el comité de crisis. Y también lo hizo Rato sobre Bankia. El 1 de junio trascendió un escrito sin firma que Rato entregó a los consejeros de BFA(el banco matriz de Bankia) en el que ex ministro de Aznar rechazaba los argumentos del Gobierno de Rajoy para inyectar 23.000 millones en el grupo bancario.

Cambio de actitud del PP

Las comparecencias en el Congreso

El Partido Popular ha accedido finalmente a la comparecencia de Rodrigo Rato en el Congreso de los Diputados, en la comisión de Economía, después de que el propio expresidente de Bankia exigiera al Ejecutivo que le permitiera acudir a dar explicaciones sobre su gestión al frente de la entidad financiera.

El PP ha aprovechado la presencia de Rato para reclamar también la comparecencia de los exministros de Economía, Pedro Solbes y Elena Salgado, el actual titular del departamento, Luis de Guindos, el secretario de Estado de Economía, Fernando Jiménez Latorre y su predecesor José Manuel Campa y los máximos responsables del Banco de España actualmente, Luis María Linde y en el pasado mandato, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, así como su subgobernador, Javier Ariztegui. Y por supuesto, de José Luis Olivas.