El hombre es por naturaleza un animal político o social», llegó a afirmar el maestro de filósofos Aristóteles al redactar su volumen Política en el año 1253 a.C. Con tales palabras resumió a la perfección la esencia del género humano en el contexto de una sociedad organizada; una esencia que comprende articular y comunicar ideas y sentimientos mediante un código común y que ha sido el motor social, político y económico desde hace más de 3.000 años. El mundo ha cambiado, pero esta tendencia humana a la mutua influencia emocional sigue siendo igual de visible. En este caso, a raíz de los estragos económicos y la incertidumbre generada por la actual crisis económica.

Cada vez es más patente el deterioro en las perspectivas psicológicas que, tanto los ciudadanos de a pie como los propios gestores de la economía y las estructuras políticas, auguran para una recesión económica que empezó hace ya casi cinco años y que tiene puestas en el año 2015 las primeras esperanzas de recuperación clara. Es lo que en psicología se conoce como una «espiral psicológica negativa» y cuyas consecuencias sólo pueden traducirse en una menor confianza del ciudadano en el sistema de consumo —que decide no arriesgar sus fondos en adquisiciones innecesarias—, y en una mayor contracción todavía del mismo. Lo mismo sucede con los inversores en los mercados bursátiles, cada vez más renuentes a apostar financieramente en unos mercados volátiles a consecuencia de la poca capacidad inversora del resto de particulares.

Para Leopoldo Pons, decano del Colegio de Economistas de Valencia, «uno de los talones de Aquiles de nuestra economía radica en la concepción de las propias teorías keynesianas de consumo, que sostienen que la variación de la demanda total dependía de una función de consumo estable. Y eso ya no es así en el siglo XXI». Para el economista, los segmentos de consumo se han mostrado «muy sensibles» a las expectativas del consumidor final. Y cuando este tiene una percepción económica negativa de la situación, actúa de manera contraria a los intereses del mercado, refrenando aún más su consumo y penalizando el crecimiento. Es lo que el propio economista John Maynard Keynes llamó caer en los «espíritus animales» en su libro Teoría General de la Ocupación, de 1936. Pero la caída alarmante del consumo en España (el PIB nacional descendió un 0,3% en el primer trimestre del 2012; mientras que la confianza de los consumidores cayó hasta los 50,3 puntos porcentuales, según el Indicador de Confianza del Consumidor) no responde únicamente a las pulsiones emocionales de los ciudadanos, sino también a un grave problema estructural que Pons explica así: «no podemos olvidar que los funcionarios eran, hasta ahora, un segmento estable de consumo. Ahora, con la nueva reforma laboral y el gran nivel de endeudamiento de la administración pública, todo indica que este pilar seguro en la economía española ya no es tan fuerte». El mercado bursátil español, susceptible a los cambios en las valoraciones de productos y a las pulsiones de los inversores, también es un elemento determinante que refleja la actual situación de inquietud. «El Ibex 35 es un coto muy estrecho y tiene muchas debilidades, como la tendencia a que se concentren los comportamientos de sus conformantes», comenta el decano del COEV. Pero el mayor conflicto está en el mensaje recibido e interpretado por la población consumidora; elemento básico de la economía y del que depende en última instancia la reactivación del consumo o no.

Ciclos históricos de desconfianza y crisis

La historia demuestra que las grandes crisis fueron el resultado de estados sociales emocionales, en los que la visceralidad de las expectativas adversas acabaron tornándose en factor decisivo para el devenir económico de naciones enteras. Desde la «tulipomanía» que asaltó a los holandeses a finales del siglo XVII y que derivó en una euforia especulativa que terminó en desastre para el país, hasta La Gran Depresión de 1929 en EE UU, pasando por la burbuja de los dominios .com en los albores del año 2001. Todas estas crisis económicas han seguido un idéntico patrón donde a la demanda desaforada de un cierto bien o servicio, le ha seguido la especulación, el rumor y, finalmente, el temor a adquirirlo con el consiguiente descalabro económico para el mercado o país afectado. Sin embargo, Ismael Quintanilla, profesor de psicología social de la Universidad de Valencia, cree que este caso será diferente: «no es una crisis como las otras, estamos ante un cambio de etapa civilizatoria. Una organización social donde primen el egoísmo y la avaricia como valores a imitar está abocada al fracaso; debemos aspirar a una sociedad donde todos ganemos».

¿Cómo recuperar las expectativas?

Los mensajes —tanto mediáticos como institucionales— sobre el empeoramiento de la situación económica se han convertido en la tónica habitual para la sociedad. Esto ha repercutido en que todas las demás facetas sociales hayan quedado supeditadas al devenir de la esfera económica en lo que se conoce entre los expertos como «hipertrofia económica».

¿Qué soluciones hay para esta situación? La mayor parte de los expertos confluyen en que el mapa bancario debe ser fuertemente reestructurado. Créditos y microcréditos deben volver a ser puestos al alcance de la inversión minoritaria para reactivar la rueda de la economía española. Tampoco debe obviarse la importancia de las intervenciones estatales, que deben ir dirigidas a reactivar la economía y la seguridad ciudadana por la vía de los impulsos al consumo. Pero falta una pieza vital: la comunicación entre ciudadanos e instituciones. Según explica el propio Quintanilla, «la población está sumida en una indefensión aprendida colectiva, porque piensa que los poderes no van a solucionar sus problemas. Necesitamos que se dé un acercamiento entre políticos, entidades y ciudadanos. Abrir un diálogo social y una mentalidad nacional y colectiva desde la cual partir para construir un nuevo futuro».

La confianza volvió a hundirse en abril

Las pobres expectativas económicas actuales, las crecientes cifras de paro y los recortes de la reforma laboral entre otras causas, han hecho mella aún más en la confianza de los consumidores españoles, que cayó más de trece puntos desde marzo y se situó en el 50,3%. Los datos ofrecidos por el último Indicador de Confianza del Consumidor del Centro de Investigaciones Sociológicas, también señalan que más de la mitad de entrevistados cree que su situación económica actual es peor que hace seis meses (54,7%).

El índice de expectativas se descalabró también con respecto a hace sólo un mes, y se situó casi en el 60%. De entre los mil ciudadanos encuestados, resulta también llamativo que aproximadamente el 97% no prevé comprar una vivienda el próximo año. Además, el ICC desvela que muy pocos creen que la coyuntura general mejore en los próximos seis meses (un 20%); y aún menos si se trata de su caso (el 15%).