Qué efectos tendría sobre la economía valenciana una eventual independencia de Cataluña? La respuesta es compleja, por las distintas variables que inciden en un proceso secesionista, pero, en general, los expertos consultados coinciden en que las consecuencias serían negativas o catastróficas, según cuál fuera el escenario. Dicho de otra forma, si Cataluña lograra abandonar España de forma pactada con un compromiso que comportara su inmediata incorporación como Estado miembro a la Unión Europea „la independencia lleva consigo la salida de la UE, pero con el plácet de Madrid los tiempos se acortarían y la transición sería mucho más llevadera„ el impacto se amortiguaría, pero si la independencia fuera traumática los perjuicios serían considerables, en especial para la Comunitat Valenciana, que tiene en Cataluña a su principal comprador y también a su primer cliente y que vería cómo un Estado ajeno a la UE se interponía entre ella y la eurozona. El decano de la Facultad de Económicas de la Universitat de València, Vicent Soler, no alberga dudas al respecto y el profesor en el departamento de Geografía del mismo centro universitario, Josep Vicent Boira, que comparte el augurio, asegura que por ese motivo la Comunitat Valenciana «debería participar más en el debate, porque la independencia catalana, en términos económicos, nos afecta más que a los extremeños. Valencia no es una variable para Cataluña, no la tienen en cuenta, a pesar de las consecuencias».

El escenario más adverso „vista la marea secesionista catalana, la respuesta de la derecha española, la profundidad de la crisis y los precedentes históricos que acumula este país en el zurrón es muy plausible„ es la denominada salida traumática: Cataluña fuera de la UE y el euro y el resto de España penalizando todo lo catalán, incluida una negativa a su incorporación a la eurozona, en suma, la ausencia de pacto y buena vecindad. Cabe preguntarse si, en esa coyuntura en la que probablemente los productos catalanes perderían buena parte del mercado español, la Comunitat Valenciana podría ocupar parcialmente su lugar, sobre todo si tenemos en cuenta que las industrias de ambas autonomías tienen muchas similitudes.

Tanto Soler como Boira responden que no, al igual que el presidente de la patronal autonómica Cierval, José Vicente González, quien, no obstante, se muestra convencido de que la independencia catalana no se producirá, porque «sería un pésimo negocio» para las dos partes. «No tiene viabilidad» ese proyecto, augura antes de afirmar que «el pacto es muy difícil y, aunque hubiera pacto, nadie evitaría el rechazo» hacia lo catalán en el resto de España. Aunque «no creo que se cerrara el mercado español para Cataluña, bajarían los flujos comerciales» entre esta y la Comunitat Valenciana, cuya industria tendría más oportunidades de vender», aunque González cree que ese escenario «es malo, porque, cuanto menos mercado hay, más bofetadas se pegan por la tarta».

Hay que tener en cuenta que Cataluña es el primer cliente de la Comunitat Valenciana: El 21,5 % de las ventas que realiza a otras autonomías españolas se dirige a la vecina del norte, en concreto, son 4.419,2 millones de euros de media anual entre 1995 y 2010. Fronteras, aranceles y rechazo a todo lo español podrían mermar considerablemente esas ventas. Cataluña, por su parte, exportó al resto de España en 2010 por valor de 45.311 millones. Es presumible que una parte considerable de ese flujo se cortase de raíz con la independencia, pero el decano de la Facultad de Económicas ve «imposible» que la Comunitat Valenciana ocupe el espacio que Cataluña dejaría libre en las importaciones del resto de España y eso que coinciden en siete de las diez ramas de actividad en que ambas autonomías más venden fuera de sus fronteras, como las industrias agroalimentarias o las del textil y confección. «Estamos en un mercado global y el mercado español es muy pequeño. Es cierto que se podrían abrir algunas oportunidades, pero hay que tener en cuenta que si seguimos compitiendo por precio nos encontraremos con los productos de China y otros países similares y si competimos por calidad e innovación tendremos enfrente a Alemania y otros países de la UE». El problema estaría en que entre lo que se perdería en Cataluña y lo que no se ganaría en España seguramente no habría beneficios, al menos significativos, para el comercio valenciano. Boira, que acaba de publicar el libro Valencia. La tormenta perfecta, lo explica de otra manera: «Frente a una relación comercial privilegiada como la actual se sobrepondría una variable de incertidumbre derivada de las fronteras, los aranceles e incluso una moneda diferente».

Euroregión

Y no solo eso, porque la secesión catalana rompería en dos un hinterland próspero „una eurorregión, la del arco mediterráneo, que el geógrafo considera como el futuro en la UE„ con serias consecuencias sobre la articulación del territorio, lo que, a su vez, tendría efectos muy nocivos sobre el transporte de mercaderías „y en su caso personas„, es decir mayores trabas sobre el comercio. El catedrático jubilado de Ciencias de la Computación de la Universidad de Valencia, Gregorio Martín, como Boira y Soler, apunta que una de las grandes damnificadas de la independencia catalana serían las infraestructuras del eje mediterráneo, lo que a su vez redundaría en perjuicios para la Comunitat Valenciana.

El caso más claro es el del corredor ferroviario, que ya ahora se encuentra en una zona de indefinición por la crisis y los vaivenes del Gobierno del PP. Martín considera que el supuesto de la independencia conllevaría la ruptura de la planificación del corredor y ello «agravaría nuestra salida a Europa». Las decisiones deberían tomarse entre dos estados que probablemente estuvieran enemistados, a lo que añade que «Cataluña ha dado prioridad a su salida hacia el norte en lugar de la conexión hacia el sur», que es la que beneficia a Valencia. Así que esta infraestructura podría permanecer definitivamente en el limbo. Si además Cataluña quedara fuera de la UE, «la creación de fronteras que ahora no existen comportaría la aparición de aduanas, aranceles y peajes que aumentarían los costes del transporte y se convertirían en una barrera de primera magnitud para el comercio valenciano». A este respecto, Gregorio Martín añade que ese encarecimiento del transporte «podría incluso condicionar las inversiones en el futuro de la Ford», cuya ubicación en Almussafes es, según este experto en infraestructuras, uno de los motivos por los que se ha proyectado el denominado tercer carril como una forma de dar «esperanzas» a la multinacional ante la no concreción del corredor mediterráneo.

Así que cruzar la frontera por Girona sería más costoso que ahora, si se diera una independencia sin pacto, aunque Josep Vicent Boira se muestra seguro de que no será necesario buscar una tercera puerta en los Pirineos a través de Somport si España pierde las dos actuales „La Jonquera (Cataluña) y Hendaya (País Vasco)„, porque Francia no está dispuesta a abrirla y porque se pactaría que los flujos de España cruzaran por esas dos vías, como sucede en toda Europa aunque un país no forme parte de la UE.

En el ámbito portuario, las opiniones sobre los efectos no son tan coincidentes. Martín ve nubarrones por la posibilidad de que Barcelona «pudiera crear un puerto libre o hacer una política de captación de clientes basada en una intermodalidad más barata que perjudicaría al puerto de Valencia», si bien considera que este último se vería reforzado como puerto de Madrid y recibiría inversiones que ahora está recibiendo el de Barcelona y que lo ponen en mejor disposición para el futuro que el valenciano. Josep Vicent Boira considera que «lo que se ganaría por ser el gran puerto mediterráneo de España se podría perder con la fragmentación del arco mediterráneo». En este sentido, Vicent Soler apunta que Madrid tendría otras opciones, como Algeciras, y que el futuro de Valencia «pasa por cooperar con otros puertos del sur de Europa, porque sin alianzas no se puede competir con los del norte».

En términos aeroporturarios, los efectos perversos serían menores que en otros ámbitos. Así, Gregorio Martín opina que Barcelona dejaría de ser puerta de entrada a España. «Si vas a Suiza no buscas un aeropuerto barato y cercano que esté en Francia, porque lo importante es evitar los trámites administrativos y aduaneros», apunta. Manises, según este experto, no quedaría afectado, aunque «sí se verían perjudicadas las salidas desde Valencia». Boira, por su parte, no augura efecto alguno sobre la llegada de turistas por vía terrestre o ferroviaria, pese a que deberían cruzar Cataluña para llegar a la Comunitat Valenciana.

Otra incógnita estaría en si Feria Valencia sería capaz de absorber parte del mercado que pudiera perder su homóloga barcelonesa e incluso pujar por celebrar para el resto de España certámenes tan consolidados en la capital catalana como Construmat, Alimentaria o el Salón Náutico. Claro que en este caso se podría dar la misma situación que en el comercio, porque Feria Valencia podría perder muchos expositores catalanes.

La independencia catalana convertiría de golpe a Valencia en la segunda ciudad de lo que quedara de España y, según Martín, pondría fin «definitivamente a la idea de los Países Catalanes en cuanto a políticas de movilidad, porque rompería la conexión Valencia/Barcelona en beneficio de la vía Valencia/Madrid». Vicent Soler pone énfasis también en la pérdida de un aliado fundamental para tratar de «impulsar una nueva visión del país, porque ha sido Cataluña el que ha abierto el debate de la financiación», en el que la Comunitat Valenciana, según el presidente de Cierval, es la más perjudicada de entre las cuatro autonomías que aportan a la solidaridad interregional. Y es que, como dice el decano de la Facultad de Económicas, «si somos contribuyentes netos con una renta per cápita inferior a la media, como sucede en la actualidad, no creo que nuestra situación financiera fuera a mejor» si Cataluña dejara de formar parte de España.