El exbanquero Mario Conde, icono financiero y empresarial con amplio afán de poder durante los años ochenta en España, desató una auténtica batalla por el control de Valenciana de Cementos Portland contra la familia Serratosa, máximo accionista de esta compañía junto con la corporación industrial Banesto en aquella época. La saga familiar del imperio industrial fundado a principios del siglo pasado y el grupo Banesto habían llegado a un acuerdo en 1990 para dividir el grupo cementero. Según relata Ernesto Ekaizer, en su libro Sed de poder (Espasa, 2012), fue entonces cuando Beta Cero, sociedad de Banesto, adquirió por 176 millones de pesetas (1,06 millones de euros) dos empresas cementeras: Prebetong Aragón y Hormigones Fabricados (Hormifasa). Pero a continuación no se lo quedó. Los vendió al mismo precio a una sociedad ajena a Banesto llamada Gay Cordon. Esta, acto seguido, se las traspasó por el mismo precio, a Data Transmission System. Finalmente, Data las vendió a Portland Iberia (de la Corporación Banesto), en mayo de 1990, por la friolera cifra de 1.403,5 millones de euros (8,43 millones de euros).

¿Por qué pagó tanto la entidad financiera por estas dos sociedades? Algo debía sospechar el consejero de Banesto y presidente de Valenciana de Cementos José Serratosa Ridaura (ya fallecido) cuando unos meses antes de esta operación escribió una carta a Mario Conde anunciando su dimisión en el banco. Según el libro de Ekaizer, el empresario valenciano denunció, en noviembre de 1989, el «claro incumplimiento de cuantas manifestaciones me hizo usted [en referencia a Mario Conde] como presidente de Banesto (...) en no haber respetado su promesa de no alterar la participación de Banesto en Valenciana y sus subsidiarias y participada, ya que dado el excelente rendimientos de estas sociedades ...) a Banesto le bastaba con seguir disfrutando el sustancioso negocio bancario que las mismas representaban».

Mario Conde había celebrado el acuerdo con la familia Serratosa, ahora roto, en la reunión del consejo de Banesto del 30 de marzo de 1990. Nadie podía adivinar ese día que Conde le estaba enviando un mensaje cómplice a su amigo y socio Arturo Romaní. Delante de todos los consejeros, el presidente de Banesto se volvió hacia el hombre que parecía ser el artífice del pacto con los Serratosa: «Quiero dejar expresa constancia de mi felicitación al consejero ejecutivo Arturo Romaní...».

Plusvalías

Tras la intervención de Banesto (el 28 de diciembre de 1993, día de los Santos Inocentes) y la investigación del equipo de gestores del Banco de España se supo el auténtico pelotazo que lograron Conde y su socio Romanía con las operaciones en las cementeras. Los estatutos y las cuentas de Gay Cordon „la sociedad que había comprado dos cementeras por 176 millones de pesetas y las había colocado por 1.403,5 millones a la Corporación Banesto„ revelaban que la mercantil estaba participada en un 28 % de su capital social por Arturo Romaní y el 72 % restante, en manos de Mario Conde a través de un entramado de mercantiles. Gay Gordon era pues de Mario Conde, quien declaró durante el juicio negó que ninguna persona vinculada a mí a mi administrador haber tenido participación alguna en estas operaciones a través de firmas instrumentales.

Reorganización de Valenciana

A pesar de la maniobras de Conde para intentar controlar la matriz de Valenciana de Cementos, los hermanos Serratosa en ningún momento perdieron el control de la sociedad por los movimientos de capital de finales de los ochenta. También el financiero catalán Javier de la Rosa llegó a comprar en Bolsa un 1,2% de Valenciana de Valenciana, según relata Ekaizer.

A principios de los noventa Banesto controlaba un 44 % de Valenciana de Cementos, el grupo escandinavo Aker poseía el 11,3 %, mientras que los Serratosa tenían en sus manos un 25 %. La saga familiar de los Garnica manejaban otro 4 % de esta industria líder en España y Europa. El resto de los títulos cotizaban en Bolsa. Ante los movimientos hostiles de Mario Conde, los Serratosa se aliaron con la empresa noruega de espaldas al exbanquero. Tras la reorganización del capital, los Serratosa y las firmas escandinavas lograron la mayoría de la sociedad.

Banesto decidió vender el 31,96% de Valenciana de Cementos por un valor de casi 60.000 millones de pesetas (360 millones de euros). Al mismo tiempo, Valenciana transfirió su participación del 1,5% de Banesto y del 1,08% en Auxiliar de la Construcción Sansón por un importe conjunto de más de 9.000 millones (54 millones millones de euros). La joya de la corona industrial de los Serratosa preparaba su futuro, ya sin Banesto como «socio hostil».

Cambio de manos

Y llegó el gran negocio de los Serratosa. En 1992, el grupo mexicano Cemex lanzó una Oferta Pública de adquisición de Acciones (OPA) sobre el 100% del capital de Valenciana de Cementos, controlada por la familia valenciana (23%), junto con la noruega Aker y la sueca Eroc (26,1%), la familia Garnica (4%), Uniland (2,4%), inversores institucionales (7%); mientras que el 25,8% restante correspondía a la autocartera de la compañía. La venta de Valenciana de Cementos generó unos ingresos de 125.000 millones de pesetas (751,3 millones de euros) para la familia tras la adquisición de Cementos de México, cuya compra financió Citibank y el Banco Santander. El cambio de propiedad en la cementera, negociado en medio de un gran sigilo, no escapó de la críticas de la Generalitat: se perdía una entidad controlada por capital valenciano que, por cierto, no fue la única durante aquella década: Avidesa, Pascual Hermanos, Frudesa, Óscar Mayer...

De Valenciana de Cementos ya no queda ni el nombre

A los veinte años de la venta de Valenciana de Cementos a la multinacional mexicana Cemex ya no queda ni el nombre. En 2002 cambió la denominación social de la empresa, que a partir de entonces pasó a llamarse Cemex España. En medio de la crisis del sector por el estancamiento de la obra pública y la construcción en general, Cemex ha puesto en marcha un ERE que afecta al 20 % de su plantilla de 1.700 trabajadores en sus divisiones de hormigón, mortero y áridos. En su época dorada, la joya de la corona que perteneció a los Serratosa llegó a controlar ocho fábricas de cemento (entre ellas Buñol y Sant Vicent del Raspeig), ochenta plantas de hormigón, nueve instalaciones de mortero, quince graveras y canteras, dos moliendas y veintiséis terminales marítimas a través de las que exporta sus productos. Cemex sigue siendo líder en su sector, aunque ahora con un futuro incierto tras el pinchazo de la construcción en España. j. l. z. valencia