El sector fotovoltaico ha empezado a aferrarse al autoconsumo eléctrico, una práctica que permite al consumidor producir y consumir su propia electricidad, en un intento de calmar el desánimo por el que atraviesa esta industria. Las energías renovables en general, y el sector fotovoltaico en particular, no pasan por su mejor momento. Recientemente, la Asociación Valenciana de Empresas del sector de la Energía (Avaesen) junto a otras diecinueve organizaciones españolas criticaron con dureza el Proyecto de Ley de Medidas Fiscales para la sostenibilidad energética, al amenazar con convertirse, según señalaron, «en la norma que acabe definitivamente con los sectores de la generación eléctrica de las energías renovanbles acogidos al régimen especial».

Las asociaciones entienden que el proyecto no aborda la reducción de los costes del sistema eléctrico ni su mal funcionamiento, y solo pretende aumentar los ingresos con nuevos impuestos que afectan a las tecnologías limpias que se quieren promover.

Para los responsables de las empresas de energías renovables, trasladar el importe de las primas a los Presupuestos Generales del Estado «las convertirá en ayudas de Estado, sumiendo a las empresas del sector de las renovables en una incertidumbre máxima que hará inviables las nuevas inversiones y que confirma que la actual moratoria es permanente».

Las protestas del sector fotovoltaico, además, ya han llegado incluso al comisario europeo de Energía, Günther Oettinger,. Una carta firmada por más de setenta empresas y asociaciones fotovoltaicas de toda Europa remitida a finales de diciembre señalaba que la política de medidas retroactivas contra las ayudas que recibe este tipo de energía y las tasas que se van a imponer sobre los productores amenazan el futuro del sector y dañan las inversiones.

Todos estos factores han hecho que el autoconsumo empiece a generalizarse, sobre todo tras la decisión del Gobierno el pasado 27 de enero de paralizar la concesión de primas a nuevas instalaciones de renovables. En una entrevista, el director de comunicación de la Unión Española Fotovoltaica (UNEF), Tomás Díaz, explicó que hasta ahora el modelo de negocio del sector fotovoltaico se basaba en poner una placa, producir electricidad, venderla y cobrar por ello. Ahora se tiende a instalar placas en el tejado de un particular que va a ahorrar y va a obtener rentabilidad por ello, es decir, «ya no hay un ingreso por la venta de electricidad, sino que la rentabilidad va por la vía del ahorro».

Así, el consumo propio en España que aparece en el Real Decreto 1699/2011, aún pendiente de regulación, recoge el autoconsumo por «balance neto», un mecanismo que consiste en que una persona puede colocar paneles solares en el tejado de su casa o negocio, producir energía para su autoconsumo y lo que no gasta puede intercambiarlo en la red eléctrica utilizando ésta como una especie de almacén de canjeo de energía. También reflejado en ese real decreto está el autoconsumo instantáneo de electricidad, un mecanismo en el que se pueden vender los excedentes de energía al mercado mayorista, aunque «no compensa» dijo Díaz, porque se deben cumplir los requisitos del productor y hasta ahora solo se encuentra regulado en Baleares, Castilla y León y Cataluña.

Precisamente se están dando casos de edificios que tienen que hacer instalaciones fotovoltaicas obligatorias, como dicta el código técnico de la edificación, y no pueden conectarlas por que «no está reglado el proceso de tramitación para el autoconsumo instantáneo de electricidad».

En definitiva hay muy pocos casos de autoconsumo eléctrico en España y «todo el mundo está esperando como agua de mayo» una normativa con rango estatal en esta materia, para calmar el desánimo generalizado de un sector fotovoltaico que, agregó, «ya ha dejado en la calle a más de 50.000 personas»