Uno de los factores positivos de la crisis ha sido que la economía española ha mejorado su productividad, un elemento sustancial a la hora de competir con otros países, pero este fenómeno sustanciado en el aumento del paro y la bajada de salarios ha sido dispar entre las distintas autonomías. Así, Asturias (2,6 %), Navarra (6,7 %) y Cantabria (1,5 %) son las únicas que han incrementado su productividad entre 2008 y 2011, según un estudio que elabora Joaquín Lorences, catedrático de Fundamentos del Análisis Económico de la Universidad de Oviedo y experto en el análisis de los sectores productivos. La Comunitat Valenciana, por contra, aparece entre las autonomías del furgón de cola, con un dato negativo del 2,5 %, que, no obstante, es mejor que el -3,6 % que registraba tres años antes. El País Vasco lidera los índices nacionales de productividad, con un 16,4 % por encima de la media nacional. Le siguen Madrid (10,1 %), Navarra, Cataluña (4,3 %), La Rioja (4,3 %), Aragón (3,3% ) y Asturias. Por contra, Murcia, Castilla-La Mancha, Andalucía y Extremadura han visto cómo sus registros empeoraban durante este período. Las que encabezan el ranking ofrecen tasas positivas de productividad no sólo en la industria, sino también en los servicios. El caso del PaísVasco es significativo, ya que prácticamente todos sus parámetros de productividad superan el 10 % y muchos de ellos incluso el 20 %. Por ejemplo, en el caso de la industria, llega al 20,5 %, aunque en algunos subsectores, como en metalurgia, alcanza el 30,8 %.

Las comunidades que presentan mejor ratio de productividad aprueban en el sector servicios. Por ejemplo, en comercio, transporte y hostelería el País Vasco tiene una productividad del 12,7 % por encima de la media nacional, Madrid, del 18 %, Navarra, del 11 %, Cataluña, del 7,8 %, y a Rioja, del 6,8 %. Asturias, por contra, suspende con un -3,8% por debajo de la media del país. Pero la mayor diferencia entre las comunidades que encabezan el ranking de productividad y las que figuran en los puestos más bajos del escalafón se localiza en el epígrafe de servicios a la industria, en el que entran los profesionales (arquitectos, economistas, ingenierías, etcétera), los servicios científico-técnicos y los auxiliares. Madrid encabeza la lista de productividad en este campo, con un 26,2 % por encima de la media nacional. Le siguen el PaísVasco, con el 12,6 %, Navarra, con el 1,9 %, y Cataluña, con un exiguo 0,1 %. En este ranking se cuela Baleares, con un 8,8 % de productividad sobre la media nacional.

El profesor Lorences tiene claro que impulsar estos servicios a la industria es fundamental para salir de la crisis. «La clave es no pensar solo en manufacturas. La industria clásica ha externalizado muchos servicios que hoy son actividades complementarias. Se ha producido una secundarización de los servicios y una terciarización de la industria. La gente sigue pensando en fábricas cuando se habla de reindustrializar, pero hay un límite: el desarrollo de los servicios industrializados. Sin ellos, la industria no crece. Reindustrializar ahora no es más humo, no son más fábricas, sino industrializar los servicios con actividades complementarias a las industriales», afirma.El análisis de los índices de productividad indica, según Lorences, que «los sacrificios que están haciendo algunas autonomías no tienen sólo el aspecto negativo de la pérdida de empleo y el cierre de negocios, sino que está redundando en un aumento general de la eficiencia del sistema productivo, y esto ha hecho que la productividad sea la que más haya crecido. Y eso pese a que el comercio, el transporte y los servicios a la empresa no han mejorado en absoluto. Es la mejoría de la industria lo que ha permitido ese avance».

Según el profesor, es «fundamental mejorar el nivel general de los servicios a la industria, porque eso permitiría potenciar el atractivo de esas autonomías para que la tecnoestructura de las compañías (directivos y centros de diseño, informática, etcétera) no se vayan a Madrid», por poner un ejemplo. El infradesarrollo de estos servicios a la industria provoca, además, que los pequeños y medianos empresarios y los autónomos que no tienen capacidad para contar en su estructura con esos servicios avanzados no encuentren en su autonomía lo que requieren para desarrollarse y crecer, lo que merma sus posibilidades.