A los vecinos de Sorita, Olocau del Rey, La Mata, Castellfort, Portell y Ares del Maestrat les han dejado sin caja, sin banco, sin ventanilla. Ya no tienen posibilidad de actualizar la libreta, realizar un ingreso o simplemente tener contacto diario con su banco para pedir un préstamo, una tarjeta de crédito o cualquier otra gestión. Peor aún lo tienen los empresarios de la zona. Tener servicio bancario, además de comisiones, les cuesta ahora kilómetros y dinero. Estos pueblos de Els Ports y l'Alt Maestrat tienen menos de 300 vecinos. En todos ellos había oficina de Ruralcaja, pero cuando la caja valenciana fue absorbida por Cajamar las oficinas cerraron sus puertas y los antiguos empleados fueron reubicados en las oficinas de Morella, Vilafranca, Forcall o Cinctorres, pueblos de la zona donde se han mantenido las puertas abiertas.

Las oficinas cerraron pese a que, en algunos casos, estaban en locales de su propiedad. En otros, los ayuntamientos, que cobraban un pequeño alquiler, se ofrecieron para ceder a la caja los locales gratuitamente. Pero ni así. Hace un año que Cajamar cerró para el público de los pueblos de Els Ports. Los alcaldes de los municipios protestaron pero de nada les sirvió. Un año después siguen sin banco.

En la Diputación de Castelló, bajo una solemne puesta en escena, todos los grupos políticos representados „PP, PSPV y Compromís„ acordaron que no se dejaría sin servicio a los municipios y que la institución provincial primaría a aquellas entidades que mantuviesen el servicio en los núcleos más pequeños de la provincia. El acto quedó en escenografía, porque la realidad que no tocan ni Javier Moliner, ni Francesc Colomer, ni Enric Nomdedéu, cabezas visibles de los tres partidos, es que un año después los pueblos que no tenían servicio bancario siguen sin tenerlo.

Se dijo que un autobús podría sustituir la falta de oficinas. El único autobús que llega a los pueblos es el de línea y el bibliobús provincial. Ese si que es fiel a su cita.

La realidad desconocida u obviada en la capital de la Plana es la que cuentan los pensionistas y jubilados de los pueblos. «Ahora no podemos ir a cobrar, les tenemos que decir a nuestros hijos o sobrinos que vayan al pueblo más cercano „Vilafranca y Morella, principalmente„, para sacar dinero o realizar ingresos. Nos vemos obligados a tener dinero en casa porque no lo podemos sacar y muchos de nosotros ni siquiera sabemos hacer funcionar la banca electrónica», cuentan los vecinos en una tertulia del Bar de Castellfort. Los alcaldes de los pueblos consultados, tanto del PSPV como del PP, realizan el mismo relato. Las oficinas bancarias han cerrado y no hay alterntiva.

Peor lo tienen los herreros, carpinteros o albañiles que todavía mantienen sus empresas en estas localidades. «La única solución que nos ha quedado para tener servicio bancario es hacer kilómetros para poder acudir a una oficina», dice uno de ellos. Los de Sorita, La Mata, Olocau o Todolella acuden a Forcall, los de Castellfort, Portell o Ares se desplazan hasta Vilafranca. Se trata de desplazamientos que, en algunos casos, son de más de 30 kilómetros entre la ida y el regreso.

Unos 1.500 vecinos de Els Ports y l'Alt Maestrat que tenían caja a su servicio, al menos tres días a la semana, lo han perdido. Mientras tanto, casi todos los servicios, recibos, ingresos o transferencia van a través de los 20 dígitos de la cuenta corriente.

Bankia se fue sin avisar de Forcall

Hasta hace un año, Forcall tenía el privilegio de contar con dos oficinas bancarias. En la plaza Mayor tenían sus puertas abiertas Ruralcaja, ahora Cajamar, y Bankia. La entidad nacionalizada, como si en este y otros cierres le fuese la rentabilidad de su negocio, cerró su oficina. Dejó de pagar el alquiler al Ayuntamiento de Forcall, ya que estaba en un bajo municipal.

El alcalde, Santiago Pérez, se reunió con los responsables provinciales de la entidad. «Dijeron que buscarían alguna solución como poner un cajero con más capacidad operativa para que los vecinos nos se tuviesen que desplazar a Morella. Pero para nuestra sorpresa el pasado verano el cajero desapareció sin previo aviso y nada más se ha sabido de este banco», afirma. Consecuencia: los vecinos han trasladado sus cuentas y depósitos a la oficina vecina de Cajamar. El Ayuntamiento ha obrado del mismo modo ante el «modus operandi» de la entidad presidida por José Ignacio Goirigolzarri.

Ni en Forcall ni en ningún pueblo nadie sabe nada acerca del prometido autobús-banco o de alguna solución efectiva a la falta de servicios bancarios que padece el mundo rural. El caso de los pueblos de Els Ports se repite en el Alto Mijares o el Alto Palancia.

El riesgo de la confianza

Nadie lo dice con la boca grande, todos con la pequeña, pero la realidad es que algunos empleados de banca, los que «toda la vida» han estado al frente de la oficinas de los pueblos, siguen haciendo de banca en algunos casos. Lo hacen por vocación de servicio, compasión o quién sabe si por indicación de sus entidades bancarias para no perder clientes. El caso es que los empleados que antes estaban al frente de las oficinas se convierten, a veces, en correo bancario para ancianos y jubilados que no tienen hijos o familiares. Les llevan el dinero a casa con el riesgo que ello supone y casi «a escondidas». Un «avance» de hace dos siglos recuperado en el siglo XXI. Toda una carnaza para los amigos de lo ajeno.

Los corresponsables bancarios están ampliamente extendidos en territorios rurales. En Olocau del Rey hay vecinos que se han planteado la posibilidad de volver a ejercer esta profesión siendo los enlaces entre el banco y los vecinos. En algunos pueblos, ante el «abandono» por parte de Cajamar.

A Rosildos llegó el Santander.

Los que más «éxito» han tenido con los bancos han sido los vecinos de Rosildos. Pedanía de la Serra d'En Galcerán, a 15 kilómetros del núcleo urbano y a otros 10 de Els Ibarsos, donde también hay oficinas bancarias, vieron cómo cerraba Cajamar. Ni cortos ni perezosos la asociación vecinal que les agrupa comenzó a «negociar» con varias entidades bancarias hasta que consiguieron que el Santander, en la misma oficina que antes ocupaba Cajamar, abriese dos días a la semana. Su esfuerzo, mediante firmas y mociones plenarias, les permite evitarse decenas de kilómetros, la «comisión» que tienen que pagar en el interior para tener un banco.