Un día, a principios de año, los bitcoin empezaron a valer dinero. Un numeroso grupo de gente comenzó a darle valor y su precio escaló de los 10 dólares a los 1.200 en once meses. Una escalda sólo proporcional a su fama. Como en la California de mediados del XIX, miles de usuarios de internet descendieron a los bajos fondos en busca del oro prometido. La noticia corrió como la pólvora: había nacido el primer metal precioso virtual y los primeros en encontrarlo se harían ricos.Bitcoin no es una moneda, no ofrece garantías legales, ni tiene un banco central que lo respalde. Tampoco una empresa que, como si se tratara de «cheques regalo», avale su cambio. Bitcoin es, simplemente, una materia prima que, como el oro o los diamantes, existe en una cantidad limitada. Al igual que con el oro, su valor depende de la aceptación social de este producto como alternativa real al papel timbrado.

En estos momentos existen 12 millones de bitcoins. Esta cifra, que no es casual, aumenta cada día a un ritmo decreciente que seguirá «creando» bitcoins hasta llegar a los 21 millones, se calcula que en el año 2140. Se trata de un proceso informático que, basado en un algoritmo, simula la búsqueda del oro con complejos procesos informático que permiten a los usuarios interesados «buscar bitcoins» como si de pepitas se tratara. El que encuentra los nuevos bitcoins se los queda. Dado que cada vez quedan menos y cada vez tardan más en encontrarse, sus defensores esperan que su valor siga subiendo. «Superar la barrera de los mil dólares no es nada. Lo que todos esperamos es que en el medio-largo plazo la moneda se siga apreciando muchísimo». Habla Víctor Escudero, uno de los españoles más conocidos en el mundo de bitcoin y que puede presumir de haber comprado en 2009 a 25 centavos de dólar. «No me he hecho rico. Me dedico a hacer de intermediario porque creo en el proyecto y en estos momentos necesita a gente que aporte liquidez».

La falta de transacciones es uno de los principales problemas a los que se enfrenta bitcoin. Sus defensores creen tan ciegamente en el producto que no están dispuestos a vender aunque por un bitcoin que no existe les den 1.200 dólares reales, lo que termina por impedir que entren nuevos jugadores en el tablero. «Existe un valor de capitalización muy bajo, apenas 100.000 usuarios concentran los 12 millones de bitcoin en circulación, pero terminará por estabilizarse», defiende. «Estamos muy lejos de la capitalización bursátil donde hacen falta millones para provocar fluctuaciones mínimas, mientras que en bitcoin con 1.000 dólares ya puedes provocar vaivenes». Esto, reconoce Escudero, provoca que se trate de un mercado con un alto nivel de volatilidad, sometido a movimientos especuladores.

Así y todo, los defensores de bitcoin recuerdan que la ingeniería financiera está a la orden del día, que cualquier mercado emergente es en sus inicios volatil y que sus ventajas son mayores que sus inconvenientes: «Bitcoin es, en sus entrañas, software libre, no impone comisiones en las transacciones y está controlado por la comunidad de usuarios que lo utilizan. Al no estar controlado por ningún gobierno no puede ser devaluado o incautado, lo que ofrece mucha seguridad, al margen de bancos centrales que puedan decretar corralitos o deprecien la moneda en un momento determinado». Es precisamente la ausencia de estas instituciones la razón por las que la Unión Europea ha advertido recientemente de los peligros de operar a través de bitcoin. También Estados Unidos se ha pronunciado sobre la materia alertando de las posibilidades de fraude. Otros países como Chipre han adotado bitcoin como moneda de cambio y China ha pasado de prohibirla a utilizarla para obtener beneficios en algunas de sus transacciones con el extranjero. Este espaldarazo reciente ha provocado que muchos consideren que bitcoin está destinado a ser el dinero del futuro y ha disparado su valor al cambio. De momento sólo puede utilizarse para comprar en una decena de tiendas virtuales que, eso sí, envían al domicilio del comprador todo tipo de productos reales, desde vinos y embutido hasta libros o incluso coches de lujo. El tiempo dirá si Bitcoin se convierte en los tulipanes del mundo moderno o si los bajos fondos de Fort Knox tienen que cambiar las toneladas de oro que guardan sus cámaras acorazadas por ordenadores.