De cerrar a reconvertirse y triplicar la plantilla, pocas empresas valencianas lo han conseguido. Una de ellas es Hurtado Rivas, que comenzó su andadura en la plaza de San Agustín vendiendo carros de caballos. Era la Valencia de mediados de siglo XX, y el gerente no era el actual Carlos Hurtado, sino su bisabuelo. Cuatro generaciones más tarde, la compañía pasó de ocuparse en el tradicional mueble valenciano a un sector más futurista: el diseño y construcción de maquinaria y robótica industrial.

«Durante la crisis, pasamos de 40 trabajadores a 12, y eso significaba cerrar para siempre o cambiar el modelo de negocio», recuerda Carlos Hurtado, gerente de la empresa familiar. De esta forma, la firma creó un Departamento de Ingeniería para analizarar el mercado y comprobó que «las empresas necesitan máquinas para automatizar procesos». El proyecto ha crecido hasta dar forma a su última creación, un robot centrado en la inyección de fuidos. En colaboración con el Instituto Tecnológico del Mueble, Madera, Embalaje y Afines (Aidima), la empresa ha desarrollado una máquina capaz de aplicar adhesivo sobre piezas planas irregulares.

«Es un sector que en la Comunitat Valenciana interesaría», dice el portavoz de la empresa recordando el reconocimiento internacional de algunas empresas de calzado. Por ello, como prueba piloto se mostraron las capacidades del robot en plantillas de zapatos de diferentes tallas. A la muestra acudieron, además de los participantes del proyecto, empresarios del sector de Elda y Elche. De esta forma, los especialistas pudieron comprobar cómo, sobre una cinta transportadora en movimiento, las plantillas pasaban por un visor artificial que detectaba las medidas del objeto. Así, el «brazo robotizado» aplicaba directamente el líquido siguiendo la imagen virtual del objeto, que más tarde trasladaba al punto de destino mediante unas ventosas.

El ensayo, recuerda el portavoz de la empresa, se aplicó sobre diversas suelas pero también está destinado a otros materiales como la madera o el vidrio. «Imagina un trabajador poniendo a mano el adhesivo», dice Hurtado. El gerente constata que uno de los principales beneficios del «sensor de visión artificial» es que trabaja con mayor precisión sobre el objeto, e incluso puede permitir a los robots realizar selecciones por color. También, la rapidez en los procesos y la capacidad para levantar carga pesada. Por tanto, este proceso pretende sortear las dificultades que plantean los objetos planos pero con formas irregulares y que supondrían, según los responsables del fabricante, «la generación de cientos de programas del robot adaptados a las distintas dimensiones de las piezas».

Según los cálculos de la empresa, el robot cuesta entre 75.000 y 90.000 euros, depende de los ajustes de la máquina y si esta ha sido personalizada. «Supone una inversión inicial pero luego se reducen costes», explica el gerente de Hurtado Rivas. Según la empresa, una pyme que realice cualquier proceso que requiere pegar algo podría amortizar la inversión en dos o tres años. «Todo lo que sea automatizar procesos industriales reduce costes, tiempos de espera, ser más competitivo, estar a la última en tecnología», afirma.

El robot está ahora en fase de comercialización. Hurtado Rivas afirma que, aunque en principio el robot está orientado al sector del calzado, su producción puede personalizarse para cualquier otro sector.