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Facundo Roca: Un amante de Sagunt y su patrimonio

Su vida estuvo marcada por la pasión arqueológica, de la que disfrutó hasta los últimos años de su larga vida Trataba a las piedras como si fueran sus hijas

Facundo Roca descubrió en el Pic del Corbs un yacimiento de la Edad del Bronce, de suma importancia para el conocimiento de la Prehistoria Valenciana. Fue quien primero lo excavó con escasos medios pero notables hallazgos. Participó en posteriores excavaciones llevando un esclarecedor diario. Fue un hallazgo importante que abrió nuevos caminos al Bronce Valenciano y ha sido base de avances notables reflejados en estudios y tesis universitarias.

Hace casi nueve meses que falleció Facundo Roca Ribelles, tras 95 años de fecunda y consciente actividad. Un día después de su muerte tuve que presentar en el Castillo de Sagunto el manifiesto en defensa del patrimonio, que dedicamos a su memoria, como justo aunque apresurado homenaje a su inmensa y dilatada labor. Sin duda fueron las primeras palabras de gratitud que recibió estando ya en el Olimpo de las cerámicas antiguas, las inscripciones y los mosaicos.

Pasado este tiempo y con más sosiego, es momento de recordar la larga vida de Facundo Roca, que estuvo dirigida desde sus inicios al mundo de la arqueología, la defensa y conservación del patrimonio histórico y el amor a Sagunto. Sus intereses, sus metas y objetivos, fueron siempre los mismos durante sus muchos y difíciles años de vida.

A su amor por el patrimonio se unía un profundo conocimiento de los restos arqueológicos, de los materiales de los que estaban hechos, de las técnicas de construcción y fabricación, muchas desaparecidas hace siglos, texturas, que muchas veces de forma intuitiva hacia revivir en prodigiosas restauraciones tanto de cerámicas como de mosaicos.

En 1935, dibujó un interesante plano a mano alzada del Teatro Romano de Sagunto, el primero en su género, que fue durante décadas la base y referencia para los trabajos de restauración del monumento. Intervino de forma decisiva en la restauración del Teatro Romano de los años 50, la primera que planteó con criterios científicos.

Su conocimiento de las piedras saguntinas era prodigioso, fruto de largas horas de patearse el terreno, de observaciones detalladas y de lúcidas reflexiones. Trataba a las piedras saguntinas como a hijas, las conocía y las quería. Diría que lo sabía todo de ellas, no solo su localización sino su itinerario vital.

A mediados del siglo XX extrajo y restauró los mosaicos romanos encontrados en las excavaciones del mercado municipal de Sagunto y de la Sociedad Musical Lira saguntina. Inició, con un grupo de amigos, la asociación informal Penya Arqueológica, germen del que surgió en 1957 el Centro Arqueológico Saguntino. Nació sobre las mismas gradas del Teatro Romano y fue Facundo su principal impulsor desde antes de su constitución. Perteneció a la primera directiva como vicepresidente y continuó siendo miembro activo de manera ininterrumpida hasta que la edad le aconsejó dejar las responsabilidades administrativas, pero no su dedicación al centro y a la restauración de sus fondos.

En aquella misma época, final de los años cincuenta, fundó también junto al entusiasta grupo inicial, la revista de estudios Arqueológicos e Históricos Arse, boletín del Centro Arqueológico, primero con modestas pretensiones, pero que fue creciendo a lo largo de los años hasta convertirse en un referente de estudios arqueológicos, con fuerte proyección universitaria.

Hoy son 48 los números editados y en sus páginas se conservan numerosos artículos de Facundo que aportan importantes descubrimientos y precisiones sobre piezas muy concretas, sobre elementos muy determinados de nuestro pasado.

El número 30/31, correspondiente a 1996 y que conmemoraba el 40 aniversario del centro, fue dedicado a Facundo Roca como homenaje a su trabajo y en esas mismas fechas fue nombrado socio de honor del Centro Arqueológico.

En aquel número, se dice de Facundo Roca que pese a su avanzada edad continua incansablemente en sus tareas de restauración cerámica en el centro. Y así continuó trabajando durante los siguientes 15 años a pesar de sus progresivas dificultades de visión. Llamaba poderosamente la atención su capacidad para detectar restos arqueológicos, para encontrar pequeñas piezas cerámicas que con sumo cariño y poca visión, en los últimos años casi al tacto, sabía unir a otras, ajustarlas, encontrarles su lugar.

Y esto fue así hasta hace muy poco tiempo. Hace pocos años, en una de sus frecuentes visitas a los yacimientos de la montaña Frontera encontró una pequeña losa con una inscripción ibérica que recuperó. En una nueva visita al lugar, más de 20 días después, vio, olió o presintió una lasca diminuta que inmediatamente reconoció como la esquina que faltaba a la pieza encontrada el mes anterior, la recuperó y casó a la perfección. Es increíble, pero cierto.

Tenía una paciencia infinita para restaurar las cerámicas de la colección del Centro Arqueológico, que lavaba una y otra vez, separaba por formas y modelos en diversas cajas y después buscaba unir los pequeños trozos durante largas sesiones hasta lograr formar las vasijas que hoy conservamos.

Han sido numerosas las tesis doctorales, que han solicitado la ayuda de Facundo Roca. Muchas han sido las consultas que le han formulado desde centros arqueológicos de Valencia, Zaragoza y Barcelona y grande ha sido también la valoración y consideración que le han tenido importantes arqueólogos.

En 1996, el ayuntamiento saguntino en atención a sus méritos en el ámbito cultural acordó rotular con su nombre la plaza que da acceso al Teatro Romano, sin duda el lugar más querido por Facundo. Sagunto le debía ese reconocimiento público.

El tiempo ha pasado inexorablemente, de todo aquel grupo de jóvenes entusiastas saguntinos, que despertaron conciencias, trabajaron con ahinco de manera desinteresada y fueron llama perenne en defensa del Sagunto Cultural, apenas queda uno, casi todos han cruzado la barrera de la muerte.

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