Las humedades que padece el Monasterio de Sant Esperit de Gilet amenazan su claustro y suponen un peligro para algunas de las obras de arte que se exponen en la iglesia, contigua al edificio principal.

Así lo aseguraba a Levante EMV el arquitecto Marcos Pascual quien, junto a su compañera Cristina Moreno, han acometido la primera fase del Plan Director del monasterio, consistente en la rehabilitación de la hospedería, una actuación valorada en casi un millón de euros. Ahora queda pendiente una segunda fase que contempla una actuación integral en el claustro, pero la falta de financiación hace impensable acometerla a corto plazo, tal y como reconocía a este diario el prior franciscano Fernando Hueso.

Tanto Hueso como Pascual han coincidido en la necesidad de intervenir en esta zona del edificio, ya que de prolongarse en el tiempo, el problema de las humedades «puede afectar a la estructura del edificio así como a los elementos decorativos» del claustro. Incluso no se descarta que llegue a alcanzar a la iglesia donde se encuentra uno de los mayores tesoros del monasterio: el retablo de Miguel Juan de Porta (S.XVI), perteneciente a la generación de discípulos de Juan de Juanes y a la pintura de la Virgen de Gracia, un claro ejemplo del barroco italiano, obra de Paolo Matei.

intervención prioritaria

«La solución» a los problemas de humedad del claustro es prioritaria para nosotros» explicaban tanto el prior como el técnico, ya que de ésta dependen otras salas contiguas como el museo y las aulas de exposiciones, donde la orden quiere mostrar las 64 pinturas monográficas de principios del S.XX sobre la vida de San Francisco de Asís, de José Benlliure; unas acuarelas que aparecieron publicadas en 1928 en un libro monumental sobre la vida de San Francisco, del que fue autor Antonio Torró, y que ahora están bajo custodia de la orden en Gilet. «Si no se soluciona este problema, el museo no podría exponerlas, deberían almacenarse en otro lugar más seguro», afirmaba el arquitecto.

Aunque la sala y el museo ya se están acondicionando con tratamientos antihumedad, cambio de carpintería y pavimento, «si el origen del problema no se subsana, la obras será en vano», insistían los técnicos a preguntas de este diario.

Sin duda, las afecciones de las filtraciones de agua en la estructura preocupan y mucho, pero no menos el aspecto que reviste el claustro y la amenaza que supone para los elementos decorativos del mismo. Paredes desconchadas, zonas sin pintura y techos de los que cuelga revestimiento son la imagen que ahora mismo ofrece el lugar, de dejadez y abandono, a la que se suman las típicas manchas de humedad en el pavimento. Y no es que la estancia no haya sido objeto de actuaciones, ya que según el padre Fernando, se pintó hace poco más de diez años.

La segunda fase del plan director contempla catas para analizar la estructura y sobre todo persigue el origen de la humedad que se sospecha pueda proceder de un aljibe que, según se cree, está ubicado precisamente debajo del claustro.

Pero para acometer este trabajo se necesita cerca de un millón de euros, de los que ahora el monasterio dice no disponer pues, según explica, el lugar se financia con la hospedería, las aportaciones a la iglesia de los fieles y los sueldos de los religiosos jubilados. Ante esa falta de fondos, los franciscanos afirman haber llamado a la puerta de la administración valenciana. Pero aseguran que, de momento, no hay respuesta.