EPuede que doce años de evolución de una enfermedad (hoy incurable) sean muchos, sin embargo, cuando el paciente -tu paciente querido- irradia ganas de vivir con proyectos de futuro, esos años se hacen muy cortos, o mejor insuficientes. Javier, mi muy querido compañero y esposo se nos fue un día de este pasado mes de agosto, y durante todo ese periodo al que me refería, hemos estado luchando sin cuartel contra el cáncer que desafortunadamente le eligió.

Han sido años duros de terapias que hemos vivido con la incertidumbre de la evolución de la propia enfermedad y la esperanza de los avances que la medicina ha ido incorporando en esta lucha desigual. Javier fue un paciente disciplinado, casi ejemplar -diría yo- y en estos años de evolución y lucha ha mantenido un nivel de calidad de vida aceptable, aunque en los últimos dos meses se desencadenó en su cuerpo una casi «tormenta perfecta» que le condujo fatalmente a la muerte, tormenta que venía gestando ese, a veces silente pero siempre implacable y obsesivo «acabador» llamado cáncer que pocas veces se olvida de su presa. Para nuestro consuelo -el de mis hijas y el mío- , puedo aportar la experiencia de que hemos luchado denodadamente y con Javier le hemos dado esquinazo durante un tiempo precioso en el que hemos disfrutado de su amor y compañía.

Debo explicar, porque es motivo básico de esta reflexión, que en esta larga lucha nunca hemos estado solos. Hemos tenido el apoyo y el trabajo, pocas veces reconocido, de un ejército de profesionales de la sanidad pública que han buscado y aplicado siempre la mejor solución, primero combatiendo y luego paliando la evolución de la enfermedad en Javier. En todo este tiempo, hemos visto como se ha ido consolidando en nuestro hospital de Sagunto una unidad de Oncología competente y entregada, preparada y sensible, con dedicación extrema y revestidos de esa bata blanca de humanidad que no te dejan indiferente. Gracias, muchas gracias por vuestra profesionalidad y cariño, agradecimiento que quiero hacer extensivo a toda la planta de Oncología.

Ejemplar ha sido también el trabajo de la Unidad de Hospitalización a Domicilio (UHD), cuya presencia en los momentos finales (los más duros, sin duda) hizo el tránsito más llevadero al atender a Javier en nuestra casa hasta el momento del deceso. Reconocimiento también para el trabajo de todo el personal del Hospital de Día, donde hemos acudido con frecuencia y del Servicio de Urología donde se inició todo. Gracias a todos porque con vuestro conocimiento, esfuerzo, dedicación y el altísimo grado de profesionalidad y humanidad que acumuláis, nos habéis dado un tiempo de prórroga que hemos aprovechado al máximo.