En la mayor parte de los países de Europa, las religiones conservan una situación de privilegio, así la referencia a Dios se encuentra todavía en documentos oficiales en Alemania, Polonia, Dinamarca , Inglaterra, también en Grecia e Irlanda, y sin embargo estos países no se declaran confesionales.

Y esto es porque hay diferentes relaciones entre la religión y el Estado o poder público, según el grado que el laicismo ha alcanzado en cada país. De todos modos, hay que indicar, que todos los países firmaron la Convención Europea de los Derechos Humanos en 1950, por la que estan obligados a respetar la libertad de conciencia y de pensamiento, así como la libertad de elegir una religión o de no adoptar ninguna. Pero por desgracia, en muchos de los países, esta firma se ha quedado en «agua de borrajas"» pues en algunos no se respeta la igualdad de derechos de los diversos creyentes, ateos y agnósticos, porque la religión sigue gozando en la mayoría de estos países de un estatus de derecho público, acompañado de privilegios financieros y de otros tipos, como puede ser en los educativos, símbolos e incluso jurídicos. En resumen, los ciudadanos y ciudadanas de esos países, entre ellos España,no disfrutamos de una «igualdad de libertad».

Está claro y de todo es sabido que la situación actual en Europa y en España es compleja, y defender la laicidad en nuestro país donde sigue arraigado el clericalismo teológico-político es difícil y a los que nos declaramos laicos nos gustaría conseguir al menos lo que tiene Francia, y más cuando cuando los adversarios de la laicidad y nostálgicos del régimen concordatorio enarbolan el concepto falaz de una pretendida «laicidad abierta» que no es otra cosa que una petición de restaurar «a la fuerza» los privilegios perdidos de la religión durante estos años de lucha y de «crítica libertaria».

Por último quisiera acabar con una frase de Henri Peña-Ruiz que refleja bastante el contenido de este artículo: «La religión es y debe ser libre, pero solo ha de comprometer a los creyentes».