Enterado de las ideas que esbozó el arquitecto Carmel Gradolí en la última reunión del Consejo Asesor de Patrimonio (Levante, 5/11/2016), no tengo más que celebrar su apuesta por la recuperación de la antigua Gerencia, Casino y Economato, manteniendo la esencia para la que fueron construidos, así como sus características estructurales y técnicas. Ello unido a la preservación de los valores medioambientales que se conservan, con gran cantidad de especies arbóreas y de flora protegidas, de alto interés, que convierten a la Gerencia en el pulmón verde del Port de Sagunt.
Este arquitecto, contratado por el Ayuntamiento de Sagunto para la redacción de un plan director para la Gerencia, manifiesta huir de actuaciones faraónicas -como las que presidieron las políticas públicas del Partido Popular- y de la construcción de viviendas; apuesta por «una intervención sencilla», que mantenga la esencia de lo que fue la Gerencia , adaptada ahora a las necesidades de la ciudad y a las demandas ciudadanas. Aquí es donde yo quiero ir a parar.
La alternativa que se vaya a plantear, por su dimensión, debe ser global y atrevida. La Gerencia, con el Casino y el Economato -sin olvidar la Iglesia de Begoña y la Alameda- fueron en otros tiempos, no muy lejanos, el pulmón social, comercial y recreativo del Port de Sagunt -además de pulmón verde-, y deberían volver a serlo. Se necesita de una actuación pública sencilla, discreta, pero ambiciosa a la vez, que impulse al Port de Sagunt hacia el futuro con ilusión y optimismo; sin esperar a los resultados de un plan de reindustrialización más ilusorio que realista. Esa actuación puede servir además para recuperar y revitalizar el área urbana más antigua del núcleo porteño y retomar la ansiada conexión con el puerto marítimo.
Apuntaba en la misma reunión el sociólogo Julio Bodí, del equipo de Carmel Gradolí, que «hay una imagen de consenso en cuanto a los usos de la zona», por parte de la clase política saguntina, los expertos y los planteados por la ciudadanía. ¿Significa eso que lo hay respecto del modelo de ciudad que debe sustentar esos usos a los que nos referimos (residencial, administrativo, cultural y recreativo)? Y si es así, ¿por qué modelo de ciudad apostamos? ¿Por una ciudad como la heredada, centralizadora, dispersa, depredadora de suelo; con grandes centros comerciales, avenidas y rotondas; con urbanizaciones en tierra de nadie; donde el coche es el rey? O ¿por una ciudad compacta, con dos centros urbanos bien diferenciados y atendidos, donde prevalezca la proximidad a los servicios públicos esenciales; donde no necesitemos desplazarnos cinco kilómetros para que nos expliquen cómo hacer la declaración del IRPF o darnos de alta en el censo del IVA, o para hacer una gestión frente a la SS, o para solicitar una licencia urbanística o de actividad; donde la movilidad a pie o en bicicleta prevalezcan sobre el vehículo motorizado?
Si tenemos claro qué modelo de ciudad queremos, y con él las carencias y excesos actuales, podemos determinar cuáles son las necesidades a cubrir y, por lo tanto, los usos que queremos darle a la Gerencia.
Por último, recordarle a Carmel Gradolí que en el recinto de la Gerencia cohabitan en la actualidad varias colonias de gatos, resultado de continuos abandonos, gestionadas con muchas dificultades por una voluntaria de la asociación Colonias Felinas, cuya pervivencia y compatibilidad con el entorno sería deseable.
