«Queremos ayudar desde la Arquitectura a personas en riesgo de exclusión social y conseguir que sus casas tengan un nivel de salubridad e integridad dignas». Con ese objetivo, tres jóvenes estudiantes de esta disciplina han logrado dar forma a un novedoso y ambicioso proyecto en la Universidad Politécnica de València, que combina la formación sin ánimo de lucro con una vertiente práctica y solidaria: La reforma gratuita de la casa de una familia en apuros.

La iniciativa de Rebeca Andreu, Mireia Andrés y Diana Gómez ha echado andar con un curso en la misma Escuela Superior que aborda la realidad «con los pies en el suelo, lejos de la teoría pura y dura», explicaba la coordinadora del proyecto, Rebeca Andreu. Y es que el objetivo es aprender a intervenir de la mejor manera posible en viviendas donde la crisis económica y el paso del tiempo han dejado una huella inexorable en forma de humedades, frío o calor extremo, cañerías que no funcionan e incluso un poso de amargura. «Nos dimos cuenta de que muchas veces falta preparación psicológica para abordar este tipo de casos, por eso quisimos que el curso abordará este asunto y otros más, sin centrarnos solo en la Arquitectura», añadía Andreu.

Para dar forma a esa iniciativa, han contado con una subvención del Centro de Cooperación al Desarrollo de la Politécnica, el apoyo de la misma escuela y una colaboración que consideran fundamental: La de integrantes de la asociación Arquitectura sin Fronteras, que les han aportado técnicos y profesionales para impartir el curso sin cobrar un euro. «Cuando conocimos el proyecto, nos sorprendió y nos gustó mucho. Nadie nos suele venir con propuestas parecidas y nunca habíamos hecho nada así, pero varios profesionales se han embarcado a dar clases aunque no tuvieran experiencia en ello y les está encantando», admitía la coordinadora de la ONG en Valencia, Covadonga Pascual, una arquitecta que también ha acabado implicándose al 100% junto a otros compañeros de profesión, Paolo Privitera, Vicente Irizarri y otro ya jubilado, Juan S. López, así como el químico Gaspar Lloret. Con todo ellos y los muchos alumnos que han secundado el curso, Covadonga asegura que se ha conseguido una «bidireccionalidad tremenda». Según decía: «Parte del sueño de Rebeca ya se ha hecho realidad con este proyecto donde todos estamos aprendiendo. Ha habido dos días en los que nos excedimos del horario previsto, pero ningún estudiante se ha ido, algo que en la Universidad no suele pasar», comentaba.

En esta andadura también ha embarcado a varias empresas y han contado con la Plataforma de Afectados por la Hipoteca de El Camp de Morvedre a la hora de analizar viviendas sacudidas por la crisis y escoger una de ellas para la práctica final.

«La carencia de condiciones de habitabilidad, salubridad higiene y servicios es una realidad social que sigue teniendo lugar en el siglo XXI en nuestro entorno más próximo y en la que los arquitectos, como agentes de la sociedad, debemos tomar postura como colectivo», afirman las tres impulsoras de este proyecto, al que ya piensan en dar continuidad. «Creemos que vale la pena. Sensibiliza al alumnado, complementa la formación de la Escuela al llevarnos a la realidad y da un servicio a la sociedad. Lo tiene todo», resumía Rebeca con una gran sonrisa y satisfecha, sobre todo, porque los 1.200 euros logrados del Centro de Cooperación, más la ayuda de algunas empresas, «permitirá pronto mejorar la vida de una familia del Puerto de Sagunto, arreglando su casa».