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Raíces

Los ecos de la primavera romana

La Pascua conserva elementos que evocan las fiestas dedicadas a la diosa Ceres de hace más de 2.000 años

Los ecos de la primavera romana

La llegada de la primavera ya se vivía en la época romana con cinco días de fiesta dedicados a la diosa Ceres, la diosa de la agricultura y la fecundidad. Aunque hoy en día todo ha cambiado mucho, aún hay tradiciones que evocan aquellos tiempos.

La costumbre de descansar unos días en primavera, como hacemos ahora por Semana Santa y Pascua, estaba ya muy arraigada hace más de 2.000 años cuando con el cambio de estación se celebraba la Cerealia, una fiesta dedicada a la diosa Ceres que se celebraba del 12 al 19 de abril. En ella, se hacían desde ofrendas a comidas, representaciones teatrales y carreras en el circo.

No faltaban ofrendas que incluían elaboraciones de panes de diferentes cereales, además de miel, leche, sal, semillas o incienso.

También había unos rituales concretos, como el sacrificio de una cerda, a menudo preñada, que simbolizaba esa fecundidad buscada para los campos. Esta costumbre, que ha llegado hasta nuestros días gracias a Catón, se realizaba al inicio de las fiestas y se acompañaba de una plegaria previa a Jano, Júpiter y Juno , así como una ofrenda de miel, leche, incienso y teas encendidas.

Se trata de una escena que ya ha sido recreada en varias ocasiones en Sagunt, tanto dentro del festival de cultura clásica Ludi Saguntini que reúne anualmente a más de 12.000 alumnos de toda España como en la Domus Baebia, el aula permanente de cultura clásica que permite conocer a los estudiantes cómo se vivía hace más de 20 siglos.

Ese ceremonial marcaba el inicio oficial de esos «Ludi Cereris», que organizaban los plebeyos. En ellos no faltaban suculentas comidas y era habitual que invitaran en ellas a los patricios, correspondiendo así lo que ocurría en sentido contrario en las fiestas de Magna Mater. Así lo explicaba a Levante-EMV una de las profesoras de la Domus Baebia, Amparo Moreno, quien indicaba que otra característica es que todos vestían de blanco y que la fiesta finalizaba con procesiones que se celebraban alrededor de los campos; un contacto con la naturaleza que, siglos después, siguen buscando la mayoría de «pascueros».

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