La fiesta preparada este año por la Penya Sant Roc en Faura tuvo un final inesperado. Los dos toros cerriles que habían comprado a una prestigiosa ganadería de Huelva fueron encontrados sin vida en el toril cuando, a medianoche, fueron a embolar uno de ellos. El hecho fue atribuido inicialmente a un supuesto golpe de calor y se produjo poco después de que otro astado perdiera la vida en Museros.

Apenas unas horas del fatal hallazgo en Faura, los animales habían sido los protagonistas de una tarde de «bous» en la que «Bastardo» y «Victorioso» dieron juego, además de sorprender por su gran envergadura.

Su nula experiencia en este tipo de espectáculos les hizo quedarse siempre en la arena, cerca de los toriles, sin pisar apenas asfalto, según explicaron algunos vecinos a Levante-EMV. «En ningún momento dieron síntomas de cansancio, estaban bien y aunque el recorrido es inmenso, estuvieron todo el rato sobre la arena en la zona situada enfrente de donde los sacan; algo muy habitual en toros cerriles, que rehuyen el asfalto», añadía uno de ellos.

Desde la Comisión de Toros de Faura se aseguró que los dos animales fallecieron «al finalizar su lidia» debido a «circunstancias ajenas a la organización». Además, resaltaban que, en cuanto se confirmó el fallecimiento de los animales, «se activaron los protocolos para estos casos que en su día la conselleria y la Federación de Bous al Carrer tienen preparados y se realizaron los informes y certificados pertinentes», decían en un escueto comunicado.

Cumplimiento de la normativa

A preguntas de este rotativo, responsables de la ganadería Hermanos Domínguez Camacho aseguraron ayer desconocer detalles de lo sucedido con los dos animales, después de que les hubieran vendido «en buen estado» los dos toros a la Penya Sant Roc.

Este último colectivo llevaba meses preparando esos bous al carrer y todo un día de actividades con las que celebrar Sant Roc; algo que lleva haciendo desde hace casi 40 años, coincidiendo con las fiestas patronales. Por ello, lo ocurrido dejó un regusto amargo en una población muy fiel a estas celebraciones que, según varios vecinos, hacía «unos 7 u 8 años» que no vivía algo parecido.