Eran poco más de las 11.30 horas del 22 de diciembre de 1937. Sagunt ya había sido objeto de bombardeos con motivo de la Guerra Civil, centrados principalmente en la siderúrgica al convertirse, tras la caída de Bilbao, en la última fábrica republicana de material bélico. Pero aquel día, la aviación italiana llegada desde su base en Mallorca convirtió en diana a la población civil, que estaba enfrascada, como cualquier otro miércoles, en el mercado extraordinario y el trabajo en los almacenes de naranjas.

En uno de ellos, próximo a la estación de tren, acabó la vida de un padre de 35 años, cuya hija, de apenas tres meses en esa época, vivió ayer entre lágrimas la conmemoración de aquella jornada que se saldó con 33 víctimas mortales y más de un centenar de heridos. Así, Sagunt revivió uno de los momentos más terribles de su milenaria historia al cumplirse el 80 aniversario del bombardeo más mortífero sobre la capital de El Camp de Morvedre.

Antes de dedicar una calle a la batería antiaérea Gottwald, que combatió en Sagunt las incursiones de las aviaciones italiana y nazi, la emoción se desbordó al oírse la sirena que alertaba a la población del acercamiento de los bombarderos, que actuaron sobre Sagunt en más de un centenar de ocasiones durante la contienda.

En el documental elaborado por el ayuntamiento con la colaboración de varios historiadores, que ayer se emitió como parte de la conmemoración, se destaca la condición de objetivo militar de primer orden de la capital comarcal, no sólo por la fábrica, sino por ser nudo de comunicaciones debido al puerto o el tren. En la cinta también se recoge el testimonio de algún superviviente, que recuerda como las bombas se acompañaban de ráfagas de metralleta desde los aviones o cómo los muertos y heridos de hace 80 años se tenían que trasladar al hospital en carro.

Más de 1.500 edificios se vieron afectados por ese castigo a la población civil, que vivía «traumatizada» y estaba privada de suministros de primera necesidad. Este sufrimiento fue reconocido por ambos bandos, primero por el presidente de la República, Juan Negrín, que concedió a la ciudad la medalla al deber y posteriormente por el franquismo, que acabada la guerra y comprobada la devastación de Sagunt, incluyó al municipio en el programa de ciudades adoptadas por el Caudillo.

El secretario autonómico de Justicia, Ferran Puchades, y el alcalde, Quico Fernández, presidieron esta conmemoración, impulsada desde los principios de «la justicia, la verdad y la reparación, no la venganza», según coincidieron ambos.