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«La desconexión entre monarquía y ciudadanía es evidente»

Esta semana usted ha sido protagonista política por un artículo sobre la monarquía en el que cuestiona abiertamente la falta de democracia de la Institución. ¿Porqué en este momento?

Es evidente que un sistema en el cual la Jefatura de Estado se hereda es una excepcionalidad democrática. Hay veces que esa excepción puede ser útil, porque permita tener cotas de democracia más altas ampliando consensos y esto puede aplicarse a nuestra transición. Pero eso es un criterio de utilidad, no tiene por qué cumplirse siempre y creo que ha llegado el momento de que reflexionemos sobre si ahora la monarquía hace más fuerte o no nuestro sistema democrático. No soy yo quien ha elegido el momento, sino que se conjugan muchos elementos: una corona cada vez menos valorada por la ciudadanía, especialmente por las personas más jóvenes, una crisis institucional muy profunda y una crisis económica producto del covid que puede agravar la primera. Si a eso le sumamos la falta de ejemplaridad con la investigación de la Fiscalía al Rey Emérito, la desconexión entre ciudadanía y monarquía es evidente. Y no lo planteo como una enmienda al pasado, ni como una cuestión que haya que imponer ya o de cualquier forma, es una decisión a tomar basada en amplias mayorías, pero creo que hay que abrir el diálogo y normalizarlo. Porque hay muchas personas de todas las sensibilidades políticas que creo que compartirán este análisis o, como mínimo, agradecerán no establecer un tabú en torno a este debate.

¿Cree que este debate tiene recorrido dentro de su partido, que hasta ahora se ha mostrado muy respetuoso con la figura del Rey y su papel en la transición?

Tiene mucho recorrido en la sociedad y la principal virtud que tiene el Partido Socialista es que es el partido que mejor se parece al país que aspira a representar. Estoy segura de que lo tiene. Respetuosos somos todos y todas, pero respeto no significa renunciar a poder opinar o decidir. Nadie va a borrar el papel de nadie en la transición, pero la pregunta es si hace mejor la democracia de tu país que la nieta de una persona clave para la transición sea jefa de Estado por derecho de nacimiento. Al final si la justificación de la monarquía la basamos en la persona que ostenta el cargo, en cierta manera estamos poniéndole fecha de caducidad. Además, nadie impediría que un Borbón se presente a las elecciones para ser jefe de Estado, pero parece lógico que también pueda hacerlo una García o un Martínez.

¿Qué mensajes le han llegado estos días? Ha recibido algún reproche?

Mucha gente me ha escrito estos días agradeciendo la posibilidad que esta carta ha dado de poder abrir públicamente el debate, especialmente dentro del Partido Socialista. Muy mayoritariamente esa ha sido la dirección de los mensajes, pero seguro que habrá opiniones en contra y a favor, precisamente en eso se basa el diálogo. Yo entiendo todas las posturas, pero lo que no podemos es reprochar que se opine.

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