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Afán de superación

Stephen Hawking, emulando a sus queridos agujeros negros, se ha evaporado lentamente, manteniendo la fascinación hasta el final.

Es difícil encontrar un icono más potente de la capacidad de superación del individuo. Diagnosticado con una enfermedad incurable a los 21 años, y sentenciado por los médicos a una muerte temprana, siguió trabajando durante medio siglo a pesar de las increíbles dificultades personales. Un trabajo que ha marcado el desarrollo de la física teórica y cuya influencia se prolongará durante mucho tiempo.

La ciencia de Hawking está íntimamente asociada a los agujeros negros, cataratas de vacío que aparecen cuando el espacio-tiempo de Einstein se vuelve inestable frente a una acumulación excesiva de energía. Hoy sabemos que existen realmente ahí fuera, aunque siguen representando los objetos más misteriosos de la física. La gran contribución de Hawking fue la realización de que los agujeros negros se desintegran lentamente emitiendo partículas cuánticas. Lejos de representar un detalle anecdótico, Hawking demostró que este proceso desencadena una crisis de principios en los fundamentos de la física: un conflicto entre los dos pilares maestros representados por la teoría de la relatividad y la teoría cuántica.

La cuestión de si los agujeros negros destruyen o no la información atrapada en su interior ha dominado gran parte de la especulación en física fundamental en los últimos cuarenta años. Hoy, cientos de físicos teóricos siguen trabajando en la resolución de este dilema, que ha transformado nuestra forma de interpretar las propiedades cuánticas de la fuerza de la gravitación.

La impronta de Hawking es de largo recorrido. Gran parte de lo que sabemos sobre agujeros negros o cosmología, desde la necesidad de un Big Bang al origen de las galaxias como fluctuaciones cuánticas de la energía oscura, llevan grabadas sus contribuciones. También se convirtió en una figura tan reconocible a nivel popular que sin duda será recordado como uno de los campeones históricos de la especie humana.

*Instituto de Física Teórica, Universidad Autónoma de Madrid

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