Tomamos el camino a Culla desde Els Ibarsos, uno de los núcleos que componen el cinturón de asteroides de Serra d’En Galceran. Es una senda privilegiada, que evita las carreteras mayores y permite pasar a la vera de masías tan grandes y hermosas como un chateau de la Loire, cruzar barrancos donde a casi mil metros de altitud (que es la cota de Culla) las adelfas crecen coloridas y pimpantes con su presentimiento de mar, no tan lejano como parece ni como podrían indicar las sabinas que, hasta en las laderas más desmenuzadas, dominan a ratos, sin favores ni asistencias de los servicios forestales, con su copa de sombrilla ensimismada y su seriedad ibérica. En la cabeza me ronda una canción de Labordeta dedicada a este árbol que, resistente a la pudrición, acaba sosteniendo techos y sujetando amarras.

Ni siquiera Morella tiene un sabor medieval tan reconcentrado como el de Culla, en cuya poderosa olla se cuecen apellidos de grosor épico y órdenes de rosario y daga: Blasco de Alagón, Bernat de Montsonís, Guillem d’Anglesola, el maestre de Montesa… Naturalmente, no falta el Temple. Hay que hacer la salvedad de que lo más distinto del Medievo puede ser aquello que parece medieval, y aquí lo parece incluso la iglesia del Salvador, obra mucho más reciente (siglo XVIII) y que, sin embargo, exhibe sillares de piedra como credenciales de siglos: las piedras se armaron una y otra vez por una vez y otra que fueron arrasadas. Aquí se podría rodar una nueva versión de Romeo y Julieta tan bien o mejor que en Verona.

Pero antes de cruzar el portal de la Font y perdernos por las callejuelas embutidas entre los muros que protegen sólidos soportales y hospitales, donde las viudas o las solteronas sin recursos recibían una dote para incursionar en el matrimonio o desposarse con la enjuta regla de algún convento, nos detenemos en el Bar del Poble, así llamado, para disfrutar de un carajillo castilion style de los mejores que he probado en mi vida, con sus tres estratos bien diferenciados, su consistencia melosa, con la lenta infiltración de la capa superior de café en las capas profundas perfumadas de azúcar y brandy.

Nos detenemos en la misma fuente donde los romeros que peregrinan a Sant Joan de Penyagolosa en la semana del Corpus, se paran a rezar por sus difuntos, parece que aquí estuvo el primitivo cementerio.

Al pie del castillo la vista domina un extenso y severo paraje de secano. La agricultura siempre debió de ceder terreno a favor de los pastores (el oficio del predilecto Abel), y prueba de ello es la Setena de Culla, alianza de los ganaderos de la zona que duró tanto como el régimen señorial para que los ovejeros pudieran criar la lana que salía al mar por Alcalà de Xivert.

DormirHoteles y paradores

LA CASTELLANA

Benassal. Hotel restaurant cerca del balneario y en un edificio modernista. Sobre 70 euros la doble. Tel. 964 444 017.

Mas el Cuquello

Culla. Hotelito rural con encanto. Dispone de restaurante y servicio de masajes. Oferta: habitación doble, masaje y menú degustación: 75 euros por persona.

Tel. 964 762 501.

•ComerRestaurantes

La Carrasca.

Carretera de Culla a Torre d’En Bessora, Km 12 . Platos tradicionales. Lugar predilecto de los moteros. Muy cerca de la carrasca monumental de Culla.

Tel. 964 762 176.