Olympia Metropolitana, la familia Fayos, inicia el próximo día 9, la programación del Teatre Talia después de su abandono por parte de las instituciones públicas valencianas. Lo hace con Poder absoluto, una obra de calado y desgarradora actualidad, avalada por su gran acogida en la barcelonesa sala Villarroel y con actores de primera magnitud, como son Emilio Gutiérrez Caba y Eduard Farelo.

Poder absoluto es un texto de Roger Peña Carulla (también director), que, en síntesis, narra en forma de thriller los engaños y la corrupción que dominan el universo de la política, para destapar sin piedad la tantas veces nauseabunda realidad profunda de la vida pública. De ello nos habla el protagonista veterano de la obra, un Emilio Gutiérrez Caba que, a lo largo de sus 70 años de vida y 50 como profesional, ya ha dado pruebas más que evidentes, tanto de su integridad y compromiso personales, como de su calidad sobre el escenario y delante de las cámaras.

Damos por hecho que conoce la última peripecia del Talia.

Sí, sé que vengo a un teatro abandonado por la gestión pública. Esta siempre es una noticia triste, sobre todo, porque es un teatro que, lógicamente, le ha costado un dinero a la administración y, por lo tanto, a la ciudadanía. Por otro lado, soy consciente de que las administraciones, en general, no son muy dadas a la cultura, lo cual es lamentable, de modo que imagino que la programación que se pueda hacer a partir de ahora será relativamente coherente desde el punto de vista empresarial. Pero, claro, lo que se hace desde la función pública, desgraciadamente, tampoco es tan brillante como para, a veces, lamentar que abandonen los locales. Analizando autonomía por autonomía, en general, yo creo que todo ha sido un disparate. Por otor lado, la empresa Fayos, en concreto, tiene una tradición teatral, fundamentalmente, porque entienden de teatro. No ocurre igual con otros que están al frente de una serie de teatros en Madrid, que no saben ni de teatro ni de nada.

¿Por qué ese desprecio del poder a la cultura y, en consecuencia, su dejación de responsabilidades?

La desafección de la clase política por la cultura no es en absoluto nueva en España. Aquí nunca se hizo una revolución: ni en el siglo XVIII, ni en el XIX, ni en el XX, ni, por supuesto, en lo que llevamos del XXI.

Paradójicamente, sí unas cuantas contrarrevoluciones...

Sí, seguramente, cuando se daba un paso adelante, siempre venían unos tipos y obligaban a dar seis pasos atrás. El tejido social ha asimilado que cultura es igual a ocio, a pasar el rato. Y esa es una parte de la cultura, pero ni mucho menos la única: sería como decir que uno va a un restaurante solo para alimentarse. Creo que el responsable último de todo esto es el propio tejido social. Porque los políticos, en definitiva, no vienen de otra galaxia, salen de entre nosotros, son nuestros vecinos y se han educado como nosotros. A quien no le interesa el teatro, la cultura en general, es a la sociedad española.

Una ópera prima con un argumento valiente, actual, de los que, en general, se echan en falta.

Es la primera obra de este autor, que él ha definido, y yo estoy de acuerdo, como un thriller político, en cuyo trasfondo explica qué es la política y qué hacen los políticos: la financiación de los partidos, cómo se funciona a partir de las comisiones...

Uno de los grandes problemas de España...

Yo creo que el problema de España no han sido las comisiones, sino que se quedaban con las comisiones, con el principal y con lo que pasaba por allí. El problema de España es grave, y no digo con esto que en Alemania, por ejemplo, no haya corrupción, sino que aquí ha entrado a formar parte de la normalidad.

¿El poder teme la cultura?

La cultura puede mover el pensamiento, mover a la reflexión y llevar a presupuestos que no le interesan a la clase política. En todas las dictaduras, pero también en las democracias, la cultura ha sido observada siempre con microscopio precisamente por eso mismo, y más la cultura de la palabra. Pero el hecho de que el PP haya entrado en la cultura como elefante en cacharrería, ha sido posible porque no había algo anterior en la sociedad capaz de proteger a la cultura. La primera que tiene que reflexionar sobre su comportamiento es la sociedad española, hay que asumir la propia responsabilidad, pensar en cuál es la actitud de cada uno. Naturalmente, los toros o el fútbol interesan como bien cultural porque no son peligrosos para la política, mientras que una obra como Poder absoluto puede despertar conciencias: Quizá alguien al verla se diga: ¡Qué barbaridad, esto es lo que está pasando aquí, ahora, y no lo que pasaba en Austria en el año 90.

Un teatro necesario...

El teatro político es necesario. Y sí es verdad lo que comentabas, que esta es la primera obra de un autor que empieza con fuerza ante ese sálvese quien pueda que hay ahora. Pero ese salvese quien pueda no es nuevo, lleva tiempo instalado entre nosotros, tanto en el cine como en el teatro. Algunos de nosotros, y me refiero a los colectivos de actores, directores, guionistas..., somos conscientes de eso y hace tiempo que, en alguna medida, venimos denunciando que no se puede estar todo el tiempo frivolizando en el cine o el teatro. A mí también me gusta hacer teatro frívolo a veces, pero hay que saber lo que se está haciendo. Pero, sí, la falta de compromiso social del cine y del teatro españoles en los últimos años ha sido desoladora. Sería injusto decir que absolutamente todo ha sido así, porque en este país también hay gente que piensa y comprometida, y este autor viene a sumar en este sentido.

¿El poder corrompe siempre, inevitablemente?

La corrupción en el poder no es inevitable. Lo que pasa es que, como se va explicando en la obra, hay unos mecanismos muy perversos entre empresas privadas, públicas y gobiernos que propician todas estas cosas. Sobre todo, la opacidad en la financiación de los partidos políticos. Mi personaje, en un momento de la obra, llega a decir que las comisiones que se le han pagado al partido han llegado íntegramente al partido, y le digo al personaje joven que es demasiado estricto, porque, al fin y al cabo, el hecho de que los políticos nos molestemos en buscar financiación para los partidos permite que una parte de esa financiación, pequeña, venga a nuestros bolsillos, que es como una especie de pago por servicios. Esto es lo que se ha instalado en España, esa especie de justificación de lo injustificable. Esto, las listas ceradas, la disciplina de partido..., todas estas cosas minan el sistema.

Cinismo, pero no en el sentido clásico, sino el el peor de todos.

Efectivamente. Y luego hay una serie de valoraciones sociales que, francamente, a mí me escandalizan un poco. Yo, por ejemplo, he comprado unos apartamentos bastante humildes en la Costa Brava y en alicante, pero el objetivo último no era especular con ellos, sino la necesidad de tenía de espacio para guardar libros, discos... Evidentemente, luego, si tuviera una necesidad económica, podría revenderlos, pero no era ni es esa la inteción con que los compré. En cambio, muchísima gente en este país ha comprado pisos con la única intención de especular con ellos. Hay una conciencia en el pueblo español que le permite buscar enriquecerse sin trabajar. Claro, también está el otro lado, el de la responsabilidad de quienes han comprado porque unos señores en el banco les han informado mal o engañado directamente, sí, pero hay mucha avaricia

¿Cree que Poder absoluto interesará especialmente al público valenciano?

Yo creo que esta obra le resultará muy interesante al público valenciano. O, mejor, creo que es interesante que la vea ahora el público valenciano. Valencia es uno de los primeros sitios, desgraciadamente, donde han saltado las alarmas de la política en España. Aunque no descubramos nada nuevo, puede servir como reflexión. Desde luego, no para desmoralilzarse, porque lo que hay que hacer es obligar a los partidos a que sean mucho más limpios, a que se abandone esta impunidad chulesca que hay ahora. Y el público tiene mucho que ver y mucho que reflexionar sobre esta obra. ?