La adelfa, a la que Camarón de la Isla le dedica unos versos muy sentíos, es tan hermosa como tóxica. Tanto que en la Ribera siempre se ha hablado del gotasso, infusión inapelable de baladre que esposas vengativas les atizaban a sus maridos, quizá infieles, para dejarles atontados pero aptos para el trabajo. Un zombi perfecto. La historia de los burdeles nos la cuenta Gerardo Stübing una mañana de domingo, en Sumacàrcer, mientras recorremos el Barranc del Llop (a la salida del pueblo hacia l´Esgoleja), donde hay más especies en doscientos metros de senda que en toda Finlandia. La Vall Farta. La adelfa marca los límites de los cursos de agua, pero eso prefieren ignorarlo los promotores.

Stübing, el botánico y artista que nos acompaña (una fortuna), nos habla del poder de la zarzamora contra el picor vaginal, uso de la etnobotánica, que garantiza el cachondeo. De la ruda no sabe decirme nada bueno, aunque yo la he visto en una botella de aguardiente en Croacia (y puede que en algún herbero de la Mariola) y sale como remedio contra digestiones pesadas y carminativo (por los pedos) en algún momento de Yo, Claudio. La parte de la piel que la ruda toca, desarrolla hipersensibilidad al sol y ennegrece rápidamente. Caramba con la ruda.

Seguimos adelante y nos encontramos con el ginebró, pariente de la ginebra (cuyo nombre no requiere más aclaraciones), de porte arbustivo, hoja pinchosa y que tienen, el primero, frutos de color marrón, y la ginebra, azulados. El tomillo es bueno para todo (garganta y estómago), lo mismo que la salvia y sus hojas aterciopeladas, que encuentro en un rincón de la Bartola, Desert de les Palmes (donde descubro que el roure valencià es un simple quejigo y que los madroños, l´arboç, van cargados de fruta).

Las plantas se llevan muy mal con el nacionalismo, aunque la pebrella sea un endemismo valenciano, y de nadie más, que cuando no se tiene para aliñar las aceitunas, es sustituida por alguna clase de ajedrea (herbaolibes). Las plantas son los seres de más peso y los más decisivos de la biosfera, pese a lo cual hay menos botánicos que zoólogos. Las procesiones valencianas son muy perfumadas porque combinan arrayán (murta), de aroma delicado, y lentisco (llentiscle), intensamente resinoso.

Por esta Vall Farta se adentran los fotógrafos de naturaleza seguros de cobrar buenas piezas. Caza de imágenes. El agua del Xúquer baja fresca, limpia y abundante: hay que anegar la inmensidad de los arrozales. En l´Esgoleja nos arriesgamos a un baño restallante. Hasta el perro pastor alemán se baña por piezas: primero, el hocico y las patas delanteras; luego, los cuartos traseros, qué gracioso. Mucha gente de piragua y bicicleta: la ruta del sepionet. Ensaladas de una arroba. Paella junto al río. El aroma dulzón de la siempreviva les da un toque exótico a los asados.