No es el mejor Julio Medem ni, por tanto, está al nivel de sus películas que más prestigio le han dado, desde 'Tierra' y 'Los amantes del Círculo Polar' hasta 'Lucía y el sexo', pero eso no quiere decir que carezca de virtudes y que haya que marginarla del cine español más interesante del presente año. Basándose en un guion propio, el realizador ha chocado con un obstáculo fundamental al no lograr definir las emociones y los sentimientos que, aunque presentes, no conectan de lleno con el auditorio.

Por otra parte, la interpretación de Penélope Cruz, que vuelve al cine español después de cinco años, desde que rodó con Almodóvar 'Los abrazos rotos', sin ser en absoluto censurable, tampoco nos devuelve a la mejor versión de la actriz. Son factores que no afean un producto estimable, si bien no le aportan el brillo y, sobre todo, la entidad dramática que requería.

Por encima de todo, la cinta es un canto a la vida que procede de las entrañas de una mujer a la que se le diagnóstica un cáncer durante una revisión médica. Se llama Magda y es una maestra en la treintena que agota sus últimas semanas de trabajo como consecuencia de la crisis entregada, como siempre, a su hijo Dani, aun más cuando se ha separado de su marido.

Medem trata de diseñar con solvencia este personaje que es decisivo en la trama y en el sentido de los fotogramas. El calvario médico por el que va a pasar hace especialmente difícil lograr que los contornos humanos de Magda adquieran la precisión necesaria. Con este soporte básico, la película se apoya en menor medida, asimismo, en tres seres más del entorno de aquélla, su ginecólogo Julián, que está excesivamente idealizado; Arturo, un buscador de futuros talentos futbolísticos del Real Madrid que acaba de perder en un trágico accidente a sus seres más queridos, y Dani, un niño con recursos que precisamente aspira a entrar en la plantilla de alevines del club blanco.