Creo que es la primera vez en mi vida, dicho con todas las palabras, dicho sabiendo lo que digo, a conciencia, teniendo por testigo la hemeroteca, es la primera vez en mi vida que veo una entrevista de Raphael en la tele sin que me dé un patatús. Ocurrió hace tres noches, en ‘El Hormiguero’.

Al de Linares siempre lo he visto ampuloso, falso como las risas estentóreas de Trancas y Barrancas, ahuecado, huidizo, divina y patética. Nunca me gustó Raphael en las entrevistas porque era un personaje horripilante, tan vacío e impostado como su risa loca. Pero de repente acude a las hormigas de Pablo Motos, un programa que no es de entrevista pura, y va el tío y me sorprende.

Es verdad que iba con la hermosa Blanca Suárez, y como no era una entrevista más de las mil que habrá dado por compromiso, descubro a un hombre que parece normal en la vida normal. Raphael es un cantante de primera, su voz y sus canciones no conocen el tiempo porque lo transitan de allí para acá y de acá para allá, sus estribillos no pierden comba, y su arte ha superado al personaje.

El Raphael cantante está por encima del señor que a veces sale en la tele imitándose a sí mismo. El hombre que acudió a ‘El Hormiguero’ iba a hablar de ‘Mi gran noche’, la película de Álex de la Iglesia que se estrena este viernes en toda España. Y lo bordó.

Me gustó ese Raphael que por una vez vi más pendiente de lo que pasaba alrededor, incluso de las preguntas del presentador, que de sí mismo por ver cómo se imitaba a sí mismo. Hasta su sonrisa la sentí menos falsa y sus dientes menos alicatados. En la peli del vasco Raphael hace de Alphonso, un divo envidioso y demente. En su paso por ‘El Hormiguero’ vi a un hombre feliz, disfrutando, sin careta. Y me gustó.