Escribo en estado de furia, echando espumarajos por la boca, soltando palabras que a mí mismo, de tan biliosas y agresivas, me sorprenden, pero me sorprende más que no halle en el vocabulario el término exacto para definir a un perro, a un hijo de su puta madre, a una cagarruta de persona, a un presentador de la televisión tunecina llamado -que su dios y su profeta lo manden a limpiar las cloacas del paraíso llenas de mierda-, Alaa Chebbi. Este sinvergüenza tiene un programa llamado Tengo algo que decirte. Es un consultorio donde acude la audiencia a eso, a contar sus problemas a la espera de que Chebbi, que se supone sensato, con criterio y con esa cualidad llamada empatía para ponerse en lugar del otro, dé consejos adecuados, pautas de actuación que alivien la carga de su invitado, sea por cuestiones de trabajo, de relaciones familiares, de amor o de vecindad.

Al programa acudió Hayar, violada, tratada como un objeto de uso por tres tiparracos de su familia durante tres largos, angustiosos, terribles años. En una de esas agresiones, la niña, que entonces tenía 14 años, se quedó embarazada, pero no sabía quién podía ser el padre del bebé. ¿Cómo reaccionó el padre de la menor al enterarse de que estaba preñada? Expulsándola del domicilio, que su dios lo coja por los huevos, fría tortillas con escupitajos de saliva, y se las haga comer sin decir ni pío, el muy cabrón. Hayar le contó todo esto al presentador de 'Tengo algo que decirte' con la ilusión de enderezar el tormento en el que vive. ¿Qué le dijo Chebbi a la cría? Que tenía que casarse con alguno de sus violadores, y que tenía que pedir perdón a su padre por el embarazo. Chebbi, que te folle una fila de tunecinos con pollones de 24cm, que tú no te preñas, hijo de puta.