Apenas lleva semana y pico en la Casa Blanca y el estrambótico presidente no para de hacer de las suyas. Es una criatura simple, y por eso sus acciones pueden ser terribles. Si hace unos días se decía en este rinconcillo que el papa de los católicos no ve la tele por hacerle caso a su dios, que se lo dijo en una especie de revelación, el menda que ocupa el Despacho Oval hace todo lo contrario. Ya ha empezado a circular la noticia de que Donald Trump se pasa las horas muertas delante de la tele. Me cuadra. Me lo creo. Supongo que no será muy exquisito a la hora de elegir. Basta con que no hablen mal de él.

El ceporro, aunque esté al frente de un país que reparte carnés de demócratas por el mundo, no admite la discrepancia. Es más, la persigue. No su equipo, con sibilino tino, no, él mismo se pone al frente del batallón y calla, esquiva, o humilla a los periodistas y a los medios que hacen su labor, es decir, que se ponen frente al poder, el que sea.

El presidente pasa las horas muertas delante de la tele, se dice ya sin tapujos. Lo que le faltaba a EE UU y al mundo. Otro majara, líder supremo se hace llamar en Corea del Norte, Kin Jong-un, mientras su país se cae a pedazos y la gente pasa necesidades de todo tipo, se atiborra de películas con personajes de la factoría Disney y se ceba como una vaca ante un monitor de vídeojuegos. El brillante camarada es otro simplón con un poder que aterra.

Bien. Donald, el presidente, no el pato, sólo ve una cadena, Fox News, algo así como si Rajoy se chutara en vena la tóxica programación de 13tv. Los de Fox le hacen la pelota, le ríen las gracias, y el tipo está encantado. El otro día llegaron al extremo de decir en un programa en directo que si estaba viendo la tele en la Casa Blanca que apagara y encendiera la luz de su habitación. Y lo hizo. Es el nivel.