España no acudió a los Juegos de Melbourne en 1956. Los boicoteó a causa de la invasión de Hungría por los tanques rusos. Cuatro años después, hubo gran representación en Roma donde se dio la curiosa circunstancia de que hubo un abanderado español, el gimnasta valenciano Jaime Belenguer Hervás y una abanderada griega que posteriormente sería española: la Reina doña Sofía. Ésta acudió con el equipo de su país y su hermano, el rey Constantino obtuvo medalla de oro en vela en la clase Dragón.

Berenguer, siete veces campeón de España y medallista en dos Juegos del Mediterráneo, fue el sucesor en el campo de la gimnasia de Joaquín Blume, fallecido en accidente aéreo, el hombre que podía subir al podio olímpico y del que se ha recordado siempre su impresionante Cristo en los aros. Belenguer no alcanzó tanta notoriedad pero fue la primera figura española en la especialidad y de ahí que fuera designado abanderado.

Cuento la anécdota que me relató Juan Antonio Samaranch y que espero no moleste a Jaime por quien siento gran admiración. Samaranch, que ya tenía presencia en el olimpismo, le dijo a José Antonio Elola Olaso, Delegado Nacional de Deportes y con anterioridad Jefe Nacional del Frente de Juventudes, que le pareció que había escogido para abanderado a un deportista de muy poca estatura. Elola respondió: «No ha crecido más porque le pesan muchos los cojones».

Roma dejó para la posteridad la estampa del maratonista etíope Abebe Bikila corriendo descalzo por delante del Coliseo. Figura de gran trascendencia social, deportiva y política fue Cassius Clay. Ganador del oro, al regresar a su ciudad y comprobar que era campeón, pero negro y las gentes de su condición seguían siendo discriminadas, tiró la medalla al río Ohio.

Los Juegos siempre han tenido problemas políticos. En aquella ocasión participaron las dos Alemania. Desfilaron con el mismo uniforme y la misma bandera y el COI, para obviar las diferencias en la misma impuso en lugar del escudo de cada república los cinco aros olímpicos. El himno se resolvió interpretando para todos los deportistas de ambos lados la «Oda de la alegría» de Beethoven. El delegado de la China Nacionalista, Taiwan-Formosa, lució un mensaje de protesta porque no se le había concedido el titulo de China, sino el de la isla.

La gran sorpresa de los Juegos romanos fue el cambio que se dio en el hockey. Pakistán venció a la India en la final y España ganó la medalla de bronce al derrotar a Gran Bretaña. Aquel equipo estaba lleno de nombres de las familias que han sido estandarte de este deporte. Siempre ha sido cosa de familias y los Amat han sido santo y seña de manera que varios de ellos han ganado medallas empezando por Roma. Si los Escude-Freixa han sido importantes no lo han sido menos los Amat. En el bronce de Roma estuvieron los hermanos Pedro y Jaime, Juan ganó la plata en Moscú, Santi y Pol la ganaron en Atlanta y Pekin. Paco, tal vez el mejor jugador o al menos el mejor rematador, no consiguió medalla en Munich donde fue el máximo goleador. Es el único de la familia sin metal en vitrina.

En aquella alineación estuvieron los hermanos Joaquín y Eduardo Dualde La Madrid, originarios de Betxi, donde han mantenido abierta casa durante muchos años. Ambos hermanos eran asiduos a las fiestas del pueblo incluidas las tardes de «bous al carrer». Eduardo fue abanderado español en Tokio, en 1964.