A veces, incluso en el deporte, pasa lo que tiene que pasar. Por supuesto que hay margen para el azar, o para la incidencia de factores incontrolables para los deportistas, pero normalmente los resultados atienden a una lógica: ganan los mejores. Es algo que se puede comprobar con el balance español después de seis días de competición. Las medallas

Por no entrar en casos individuales, que también tendrían mucha tela que cortar, podemos centrarnos en el rugby. Es un milagro que los dos equipos de la modalidad a 7 hayan estado en Río, en la vuelta del deporte del balón ovalado al calendario olímpico después de 94 años. Y no sólo por el ínfimo peso de Españael de quince jugadores. Lo sangrante es todo lo que han tenido que pasar los y las integrantes de los equipos.

Los representantes del rugby español en Río han tenido que poner dinero para contar con unos medios dignos, con personal auxiliar y concentraciones periódicas, que al menos les dieran la oportunidad de clasificarse para los Juegos. Algo parecido han pasado las jugadoras de hockey hierba, que llevan mucho tiempo compitiendo en inferioridad de condiciones con otras selecciones. Pusieron todo de su parte para vivir, al menos una vez, el sueño olímpico.

Detrás de cada derrota en Brasil de estas selecciones hay tanto o más trabajo que en los medallistas olímpicos. Por eso, sin necesidad de recurrir al baron de Coubertain y los ideales del deporte, un respeto para los perdedores.