Josep Bergón me cita al defender unas siglas que han hundido el socialismo en la Valencia autonómica. Cuando las nuevas hornadas socialistas se han percatado del error sufrido, su nostalgia pretende salvar unas ideas repudiadas democráticamente. El fusterianismo o catalanismo mimético causa repulsión en esta sociedad, salvo aislados ejemplos que confirman la regla. Bergón pretende trazar una relación cronológica entre el valencianismo de Faustí Barberà -discurso de 1902 editado en 1907- y el fusterianismo de los años 60 que creó el PSPV, pero se deja entremedio el socialismo valencianista o valencianismo socialista que existió entre ambos, y que fue arrumbado. Ese grupo de militantes marginados y silenciados en el PSOE de los años setenta y ochenta podemos denominarlos socialistas invisibles, porque nadie desde la izquierda oficial quiso reconocerlos. A esos socialistas invisibles cabe reivindicar ahora, valorando su actuación y legado, para que el partido socialista pueda recuperarse y ser alternativa auténtica.

La izquierda nació internacionalista, pero ya en 1915 el joven republicano Rafael Trullenque aboga en la Casa de la Democracia por un nacionalismo valenciano de izquierdas: «¡Despertemos, nosotros, los valencianos, y unámonos al concierto redentor de Europa! ¡Seamos nacionalistas! ¡Defendamos nuestra nacionalidad valenciana! (?) La República Valenciana ha de ser siempre únicamente valenciana, porque nuestra psicología y nuestros intereses, que son los mismos en todo el reino valenciano, disienten de los de Cataluña y el resto de la Península».

El republicanismo valenciano se reafirmó en esta valencianidad en los partidos Esquerra Valenciana o el Partit Valencianiste d´Esquerres. En este punto se encontró con un valencianizado PSOE que, en aquella época, para nada entraba en el juego procatalán. Todos aquellos socialistas invisibles vivieron el drama de la guerra civil y la posterior represión franquista. Unos tuvieron que exiliarse, y otros padecer el régimen dictatorial. Pero la peor humillación fue descubrir que, acabada la pesadilla, había aparecido un nuevo socialismo rígido y dogmático que les impedía ser socialistas sin abrazar un catalanismo incomprensible de Albiñana basado en cuatro barras, barcelonés idiomático y erradicación de sentimientos valencianistas.

Los socialistas valencianistas se refugiaron en entidades motejadas de derechistas, acusados de traidores al socialismo. Se habían vuelto fachas por defender su patriotismo valenciano como algo compatible con el socialismo genuino que habían profesado toda su vida. En artículos poco difundidos, estos perseguidos políticos lucharon por hacerse oir, aunque con escaso éxito. Quizá el caso más escandaloso sea el de Fernando Valera, fundador del Partido Radical Socialista en 1929 y último jefe del Gobierno de la República en el exilio, diputado y ciudadano valenciano desde 1925. Otro nombre significativo es Francisco Giner Mengual, expulsado del partido por escribir una Introducció a la lingüística valenciana que contradecía las tesis oficiales. El también maestro Jesús Alonso Sentandreu publicó en el Som de 4 de junio de 1981 un ardoroso alegato: «Quien está rayando los setenta, juró la bandera tricolor de la República, luchó por ella en el 36, pasó en campos de concentración y cárceles, soportó una sentencia de doce años de prisión mayor y destierro, tiene autoridad y credencial adecuada?». Don Manuel Cervera Pomer, el 12 de febrero de aquel mismo año 1981, se declara «socialista genético» por haber estado su propio abuelo en la fundación del PSOE en 1879: «Para mi sólo hay dos banderas en esta vida: la republicana y la senyera con franja azul». El también socialista Mariano Zamora Edo mantuvo una sección titulada El Túnel del Tiempo, donde se rescataban testimonios izquierdistas donde se habían defendido postulados valencianistas. Todos esos materiales son muy importantes para el partido socialista si quiere recuperar su memoria histórica.

Cabe señalar por último que incluso quien esto escribe pudo ser uno de esos socialistas invisibles, pues en el año 1978 me presenté en compañía de un compañero de colegio, Valiente, en la sede que el PSOE tenía al principio de la calle Cirilo Amorós con ánimo de afiliarnos, petición que se denegó por ser menores de edad. Ídem nos ocurrió en el PSP de Tierno Galván que estaba en Marqués del Turia esquina a Jorge Juan. Posteriormente, al ir haciéndose más virulenta la batalla de Valencia, esta interrelación entre socialismo y valencianismo se volvió prácticamente imposible y muchos jóvenes de aquella época nos vimos tan condenados a olvidarnos del tema como los genuinos socialistas invisibles. Por eso que al cabo de tantos años el partido socialista esté rectificando nos llena de alegría por lo que significa de normalización de la valencianidad. Y esto no es la conclusión de un autor al que le gusta la ciencia ficción como lúdico entretenimiento -como parece sugerir el amigo Bergón veladamente- sino de un escritor con tres titulaciones universitarias y un Doctorado en Derecho que cuando ha estudiado los temas valencianos los ha intentado tratar con la máxima honestidad, seriedad y rigor histórico.