El pasado día 10, G. Villas publicaba en Levante-EMV un artículo sobre política cuyo final rezumaba sexismo no sólo al referirse a la estética de la vicepresidenta del Gobierno, sino también al utilizar unas palabras claramente discriminatorias: «Negritas sonrientes previamente gratificadas», para describir a las ciudadanas de un Estado.

En este tiempo en el que muchos mantienen que todas las personas somos iguales, de tal forma que parece sobrar tanta ley mandando la igualdad, y en donde algunos consideran que no hay barreras para quien vale, sea hombre o mujer, resulta curioso que todavía se den resabios sexistas en los comentarios que se hacen respecto a mujeres que, bien por protagonistas o por estar al lado de, son objeto de los mismos.

Nadie se ha referido a cómo o quién viste a Obama, pero sí sabemos quién es la modista de su mujer. Tampoco cuánto vale lo que lleva puesto McCain en sus mítines, pero se detalló de arriba abajo lo que costaba cada cosa que llevaba su mujer, como si se tratara de una subasta. Y es de suponer, en ambos casos, que ellos se preocupan de su imagen, al menos, tanto como ellas.

Todo el mundo conoce hombres, políticos incluidos, en los que se aprecia a simple vista la dedicación y preocupación por su imagen, pero parece que no es objeto de interés. A ningún político, y repetimos que los hay, se le achaca su ignorancia a su preocupación por su estética como se ha hecho desde estas páginas con la diputada por Valencia y vicepresidenta del Gobierno, a la que tildan de ignorancia y desinterés por su preocupación, «casi exclusivamente porque sus modelitos salgan bien planchados?».

En el último párrafo del ar­tícu­lo, cuyo objetivo es una crítica de carácter político, se deslizan estos comentarios que evidencian la diferente vara de medir que se tiene con las mujeres y que en este caso tratan de minar su imagen personal. Para ello se recurre a algo que se usaba tiempo atrás para calificar a una mujer de banal o frívola: su gusto por los trapos. Lo cierto es que la vicepresidenta, además de su bien ganada fama de trabajadora, es la política mejor valorada por la ciudadanía en las encuestas una tras otra. En realidad se descalifica por sí solo quien llama «negritas» a las ciudadanas del país utilizando un calificativo xenófobo al que añade el de soborno dibujando una imagen colonialista.

En un país en que ser mujer todavía cuesta la vida y ser madre perder el empleo, contenidos como el del artículo del señor Villas en nada contribuyen a hacer una sociedad realmente igualitaria como la mayoría deseamos.

*Mujeres Progresistas. [Firman también J. Sevilla (Lobby Europeo de Mujeres) y M. Soler (Red Feminista de Derecho Constitucional).]