Una familia está sentada alrededor de la mesa. El padre lleva barba al descuido, la madre una felpa, la nena muerde con desgana una zanahoria, y el nene, con melenita y picado de espinillas, y deseos de conocer otro mundo gastronómico, mienta la bicha de la charcutería en un hogar vegetariano. A la pequeña, cuando escucha la blasfemia, se le cae la zanahoria. La madre, azorada por el atrevimiento pecaminoso, decide, como el mítico personaje de Isabel Ordaz, «La Hierbas», en Aquí no hay quien viva, hacer una ruedecita de energía, ohmmm, para que corra el aire y se reconduzca la estabilidad familiar. Pero no hay manera, el chico quiere probar. El padre acepta, pero con una condición, sólo una vez. Y se montan en su coche, por supuesto tan hippy como ellos, lento como una carreta, para ir al supermercado de la ciudad porque, muy naturales y ecológicos, viven en el campo, con sus verduritas y sus cosas. Entran a la tienda como si entraran a un templo, y de la mano se dirigen a la sección prohibida, a la charcutería. Al pajillero de la melena se le va la mano al estante para coger unas lonchas envasadas de jamón dulce. Pero la mano de la madre, que quiere lo mejor para el hijo, lo detiene en seco mientras se oye la voz de la sabiduría, si lo vas a hacer, hazlo bien. Y le da un empaquetado de Campofrío. En el siguiente plano, ya en casa, el adolescente toma una loncha, se la lleva a la boca, y se corre de gusto, y de hecho, una lágrima le resbala por la mejilla al tiempo que el narrador, como un dios que habla desde los cielos del placer, asegura lo que intuimos por la imagen, que si lo pruebas, te conviertes.

Otros momentos estelares de la televisión, sin contar las paridas que se le puedan ocurrir de aquí a mañana a Alfredo Urdaci, al que sacan un día sí y otro también haciendo de las suyas en los programas de coña marinera, los ofrece Txumari Alfaro. Creo que es una bestia cómica, pero en vena intimista, sin alardear, digo más, él no cree que tenga ni mijilla de gracia. ¿Qué se puede hacer, se preguntaba Pilar Rubio, una de las reporteras cañón de Sé lo que hicisteis de La Sexta, con una compresa y un yogur? Se lo preguntó a Manuel Torreiglesias, el de la secta Saber vivir, pillado pecando con un tángano de chorizo en la boca en la presentación de algo, y el líder, con ojos de espanto al principio y mirando el logotipo del programa para ponerse en onda, contestó que no, que sólo el gran Txumari lo podía saber. Y así fue. ¿Se imaginan para qué sirve una compresa, así, con alas, untada de yogur? En efecto. Para el picorcillo y la sequedad vaginal, pero no me hagan mucho caso por si, al quedarme catatónico, lo entendí mal, alguna señora va y se pone el emplasto, y la liamos con el remedio. Lo de Txumari es portentoso. Lo que no se le ocurra a este hombre se le ocurre a los guionistas de Patricia Conde. O a los que acuden como moscas, hasta 15.000, con ganas de dar la vuelta al mundo. Digo esto porque los concursantes, que ahora están en fase de selección, envían vídeos dignos de Alfredo Urdaci y que en Tal cual lo contamos comenta el rey soso, Efrén Reyero.

De ahí pueden saltar a Cuatro, donde César Millán, supernanny de perros muy malos, estropeados por sus dueños, arregla desaguisados de base, siéntate ahí, no ladres, come en tu cacharro, la mesa no es para canes, la cama es nuestra y no para que te acurruques, y sí, los acaba arreglando sin dejar de sonreír, yo creo que asustados por los colmillos tan, tan blanqueados del domador. ¿Saben de qué hablo? Rocío Ramos, otra domadora de la cadena, pero para criaturas de dos patas, está con el látigo en la mano dispuesta a lo mismo, tú qué te crees, no me hables así, mira qué modos, las cosas cuestan mucho, hay que estudiar, saca la basura, haz tu cama, no me grites. A César no hay chucho que se le resista, a Rocío hay niños que se le suben al gaznate. ¿Se le atragantará al mari misterios Íker Jiménez la parodia semanal que hace José Mota de su extravagante cita con los mundos que casi nadie ve, salvo él, su mujer, Carmen Porter, colaboradores, y una audiencia entusiasmada con sombras, papiros, sonidos raros que ellos, al más puro estilo Pablo Motos con las canciones en inglés, traducen de forma que el titular encaje con la noticia? Me ha salido una pregunta más larga que la desgana que advierte hasta el más ausente en Mariano Rajoy, arrastrado por los suyos una y otra vez, de aquí para allá, apagando fuegos no tan fatuos en su propio corral.

José Mota pone a su lado a un tipo de carne y hueso, Javier Deltell, pero aleccionado por otro gran creador de momentos estelares, Vicens Castellano, le aconsejo que podría ahorrarse unos cuartos sustituyéndolo por un muñeco. El Íker de Mota no deja hablar al Deltell invitado, que se limita a carcajearse en sus narices, así que si hacemos caso del experto en economía doméstica, lo mejor es desprenderse de lo prescindible en tiempos de apuros. ¿Podemos prescindir del Esmirriado? Perdería mucho el mundo de la laca y la gomina, porque Isaac, el ex novio de Falete, otro que se está convirtiendo en fijo de esta columna, se ha convertido en fijo de Sé lo que hicisteis, y lo tratan así, de tú a tú, como de la familia, el Esmirriado, piel en la que a veces se mete Dani Martín después de su reveladora sección ¿Qué está pasando en Telecinco? ¿Lo sabe el jefazo, Paolo Vasile? ¿Qué pensará de lo que está pasando en Telecinco, que se desinfla como la dura sonrisilla de Esperanza Aguirre, que no se resigna a dejar de sorprendernos con sus números de prestidigitación? Aunque alguien deberá de recordarle a la señora que hay un programa que se llama Magia sin secretos en el que el impío Roberto Brasero va desmenuzando los trucos más espectaculares de los embaucadores. No hay chistera que se le resista, y con el conejo afuera. Sandra Daviú, El diario, Antena 3, tampoco es manca, y como cazadora de testimonios tiene propuestas conmovedoras. Por ejemplo, ésta, Mi cuerpo ha cambiado, no me rechaces. ¿Y si el propio Vasile y la propia Aguirre acudieran al confesionario popular de Sandra para explicarnos si notan cambios en su cuerpo? Sería un momentazo.

Global

Seguro que no conocen ni a Óscar Cornejo ni a Adrián Madrid. Yo tampoco. Pero sí sus efectos en «La caja», de Telecinco. La gente va al programa con sus traumas para que se los arregle el equipo de telepsicólogos. El formato es tan novedoso que hasta un viejo zorro como Endemol Internacional ha comprado los derechos a sus creadores. Todo el mundo, Italia, EE UU, Francia, tiene derecho a divertirse con los monstruos ajenos.