Era inevitable. Zapatero había negado a rajatabla los rumores de remodelación de su Gobierno tres días antes. Y los españoles no nos merecemos un Gobierno que miente. ¿Les suena? Cuando los ministros franquistas aseguraban que la peseta no se devaluaría, era la señal de que nuestra pobre pela sería a no tardar más pobre todavía. También al invicto, sus especialistas le hacían las crisis en Semana Santa. O en plenas vacaciones estivales. Hasta el cuartelazo que degeneró en incivil guerra se arrancó por peteneras un 18 de julio. Cuando en este país nadie da golpe. Si los cogería desprevenidos que cuando, a la salida del teatro, un periodista de Abc le dijo a Alcalá Zamora la noche del 17 que Franco se había levantado en África, el político republicano contestó: «¿Ah, sí? Pues yo me voy a acostar enseguida».

Los ceses ministeriales, por lo que uno intuye, suelen ser dolorosos. Vamos, que joden más que una pupa en un ojo. Por aquellas gloriosas calendas en que mandaba el general ferrolano, hubo un ministro que cuando, vía motorizada, recibió el cese se enclaustró en el dormitorio conyugal y ni su santa pudo traspasar el umbral. Allí, con el mismo pijama, sin lavarse ni afeitarse y orinando y defecando en un rincón, durante una semana no hubo manera de verle más que la mano cuando la sacaba por la rendija de la puerta para coger la bandeja del condumio. Cotorruelo Sendacorta creo que se llamaba el prócer en cuestión. ¡Ahí es nada, ver cómo se te evapora un ministerio cuando a los ministros todavía nadie osaba criticarlos en letras de molde, y se les escuchaba en cualquier foro como si sus diarreas verbales fueran materia de fe!

No como ahora, que se echa a un ministro de Justicia con cajas destempladas por cacería más o menos, solo o en compañía de alguien con quien deberían guardarse las debidas distancias para no suscitar sospechas que no son del caso. Hoy los socavones de cualquier AVE, y no de corral precisamente, no doblan ni tronchan a una ministra de Fomento pero se la engullen por simpática, comunicativa y dicharachera que sea. Y hasta le ponen puente de plata al más veterano de la curia monclovita, por llevar equivocándose en materia económica toda su vida. Y a otro por tomar la cuestión cultural por el pito del sereno, pasando días y ollas sin darle un palo al agua. Aunque eso sí, para compensar, otros como el de Exteriores, la de Defensa y el gran Sebastián -de profesión amigo del jefe- siguen con iguales o menores merecimientos.

Ahora nadie le declara la guerra a la ducha y a la maquinilla de afeitar ni se mete a monje de la Trapa, en su propio dormitorio convertido en pocilga, porque lo sustituyan en la poltrona ministerial. Al contrario, a alguno se le escapa un suspiro y un ¡gracias a Dios! Y además exclama mirando de reojo a la sustituta: «No sabe ésta adónde se ha metido». Y hasta en la despedida no menciona al que lo designó, por no mentarle a sus ancestros. Y hasta las hay, ex ministras digo, que descansan a la espera de la dirección de una entidad de ahorro, un escaño europeo o la vicepresidencia de un gobierno autonómico, mientras llega la oportunidad de hacerse con la presidencia. Aquí y ahora, cuando se entra en el club de los importantes, ya no se sale más que con los pies por delante. Aunque se haya demostrado hasta la saciedad que se es políticamente una marujona o un Juan Lanas cualquiera.

Si serán ineficaces y mediocres los despedidos y los que quedan de la ahora prima, que uno abriga la ilusión de que los neófitos den días de gloria a este país. Sobre todo gracias a esa gran esperanza blanca que puede ser el Messi del equipo de Zapatero. Sólo con que gobierne Fomento con la habilidad que desplegó para insultar a los miembros del partido de la oposición, se acabaron los socavones y los miles y miles de kilómetros de raíles de alta velocidad están a la vuelta de la esquina. Lo que ocurre es que ahora, Pepiño Blanco va a tener ocasión de comprobar que no es lo mismo correr que huir. Y deberá aplicar ajo y agua a las heridas de las críticas, que le lloverán por mucho que le irriten. Conocido su carácter, el nuevo delantero centro del equipo de ZP puede resultar el gran animador de los medios informativos. Sobre todo de las viñetas políticas, que, dada la fácil caricatura que ofrece, han encontrado en él un autentico filón.

Zapatero ha reservado para sí el poder de decisión en los Deportes. Este hombre oye crecer la hierba. ¿Bambi? ¿Sosomán? ¡Qué diablos! Lázaro el de Tormes es a su lado un ingenuo cargado de buena fe. ZP las ve venir a diez leguas. ¿A ver quién dice de ahora en adelante que su política no ofrece triunfos al país? Y además tifosi del Barça, que está que se sale. Lo dicho. Zapatero en primera línea de fuego. Impasible el ademán, como decían antaño los del yugo y las flechas?

El puyazo: berlusconada

«No les falta de nada; es como un fin de semana de camping», ha sido la última gracia de Silvio Berlusconi, refiriéndose a los que se han quedado sin hogar a causa del terremoto que ha traído tanto dolor y ruina a muchas familias italianas. Sólo en un Alzheimer galopante podrían justificarse las obscenidades que «Il cavaliere» prodiga cada vez que abre la boca de un tiempo a esta parte. Pero ni en eso, porque la maldita enfermedad hace perder la memoria y el conocimiento pero no la vergüenza. El Don, de profesión sus millonarios chanchullos y sus líos de bragueta, tiene una afición que los italianos están pagando cara: la política. ¿Cuándo dejarán de votarlo? Como anécdota, Italia e incluso toda Europa ya han tenido bastante?